La abstención electoral se perfila como un fenómeno ascendente en Latinoamérica, como se viene evidenciando en las últimas elecciones presidenciales en países como El Salvador (se estima que mayor al 60 %), México (entre 38.5 % y 40 %) y la República Dominicana (alrededor de un 46 %), cifras que resulta de interés considerar, a pesar de la logística y las facilidades creadas para movilizar a los votantes.

Las cifras ya citadas contrastan con el 30 % y el 40 % que era el promedio en la región, según datos del politólogo Alejandro Espí Hernández, plasmados en un trabajo titulado “Participación electoral en América Latina: un análisis comparado desde la simultaneidad de las elecciones, 2000-2018”.

El comportamiento del electorado reflejado en el abstencionismo tiene motivaciones diversas, relacionadas con el devenir interno de su país de origen, a excepción de la ocurrencia de situaciones coyunturales que demandan de acciones comunes, tal el caso de las restricciones impuestas por el Covid-19, que como era previsible, limitaron la participación ciudadana en procesos electorales y otros mecanismos democráticos entre 2020 y 2021, cuando la situación sanitaria tuvo su pico más elevado en países occidentales, al margen de los brotes pandémicos surgidos posteriormente.

El bajo nivel de participación electoral es objeto de estudio de organismos y profesionales del derecho electoral, quienes han precisado que está relacionado con el desinterés de un segmento de los votantes, sobre todo de los indecisos, ante las proyecciones de un triunfo arrollador de un candidato y su partido; y por otro lado, por la apatía por lo que sucede con la política, a propósito del descrédito de los partidos y del liderazgo tradicional.

Asimismo, por la falta de renovación estructural en el plano intrapartidario o la insatisfacción generada durante ese proceso, los mecanismos de elección de los candidatos y el perfil de estos, que han dado paso al surgimiento y posterior escogencia de outsiders de la política, que se presentan como una alternativa a la oferta electoral que plantea el sistema y por ende se ofertan como una opción atractiva diferente.

La violencia electoral también se presenta como un factor limitante sobre todo en países de la región donde la delincuencia organizada está muy arraigada, los casos de Colombia en su momento, mientras que en la actualidad Ecuador y México, sirven como referentes de este fenómeno.

En México la violencia tintó de sangre la campaña electoral más reciente, 2023-2024, la cual ha sido considerada como la más mortífera y violenta de su historia moderna, según diversas organizaciones, que han establecido de manera contrastante con las cifras oficiales.

En lo atinente al proceso electoral dominicano concluido hace casi un mes, el abstencionismo ha provocado un debate donde no ha faltado una propuesta carente de criterio, de que se legisle para establecer el voto obligatorio, imponer sanciones a quienes no acudan a las urnas, iniciativa de la que difiero contundentemente, porque el ejercicio del voto es la expresión palpable del concepto de la democracia, y la falta de motivación para ir a ejercer ese derecho por igual debe ser respetada, porque en sí representa un sentimiento u opinión, al igual que el voto nulo o en blanco, que es una especie de voto de castigo con el que se expresan los que se ven obligados a sufragar en países donde es obligatorio.

Para algunos teóricos y hacedores de opinión pública, la abstención representa una amenaza a la democracia, lo cual tampoco comparto, pues al pueblo se le han dado las herramientas para hacer valer sus derechos y quienes no acuden a las urnas simplemente dejan que otros escojan por ellos, y ponen en manos de los que sí se motivan a sufragar una decisión relevante que impacta en su futuro.

Desde mi perspectiva, considero que los partidos del sistema deben avocarse a la reflexión, evaluación y el estudio con el acompañamiento de expertos, para identificar las transformaciones que evidencia el electorado y empezar a entenderlo a partir de los resultados que arroje dicho ejercicio, porque indiscutiblemente, el alto nivel de abstencionismo refleja que el electorado dominicano presenta cambios que ameritan ser abordados a partir de esa nueva realidad.

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