“No conforme con nutrirse con las crisis sociales y económicas que genera, el neoliberalismo se nutre actualmente de las reacciones de hostilidad que suscita.

Esta mutación afecta a todos los gobiernos, cada vez más numerosos, que manifiestan tendencias nacionalistas, autoritarias y xenófobas.”

Christian Laval y Pierre Dardot

Hace unos días la prensa reseñaba que a la expresidenta de Chile Michelle Bachelet le preocupaba mucho el avance de la extrema derecha y las consecuencias de ese avance para la democracia. La expresidenta es, sin ninguna duda, una autoridad en el tema, sobre todo si tomamos en cuenta que al terminar sus dos períodos presidenciales entregó la banda al mismo militante de derecha -Sebastián Piñera. Si alguien como ella que ocupa un lugar señero entre las más destacadas figuras políticas a nivel mundial anda preocupada por este tema, ¿cómo andaremos nosotros, simples y opinantes mortales?

Pero vamos a lo que vinimos. Para tratar este tema se presupone algo de conocimiento de la historia y también de la política, así que no resulta ocioso preguntarse ¿cuándo la derecha fue distinta? El recuerdo de Nuremberg y de los juicios americanos a los jerarcas militares, entre otros, debería ser una respuesta contundente a mi pregunta.

Lamentablemente los expertos en consenso para obtener una renta estatal gestionando el sistema han demostrado tener una enorme capacidad para construir o reconstruir la historia de la pretendida derecha “liberal”. No hace falta gran imaginación para conocer la marca de la champaña con que brindaron el día del bombardeo al palacio. Tampoco puede olvidarse como celebraron cuando desaparecieron a miles, cuando lanzaron cuerpos al mar, cuando torturaron, cuando mataron. Son los mismos, aquí no ha habido tal avance. Los que celebraban a Pinochet, a Trujillo, a Somoza, a Massera, a Videla, a Fujimori, a Franco, son los mismos que hoy celebran a Bukele o a Milei y su herencia cruel está tanto o más cargada de odio, de anticomunismo, de negacionismo.

Hace unos días, en un acto de provocación justificada por las autoridades del actual gobierno argentino, se cantó el himno de la Armada en el más famoso centro de torturas y desapariciones de la dictadura militar argentina, la Escuela de Mecánica de la Armada en Buenos Aires, ESMA. Uno escucha eso y se pregunta cuánto tiempo faltará para que un grupo de nazis cante “Deutschland, Deutschland über alles, Über alles in der Welt,” a la entrada del campo de concentración y exterminio de Auschwitz. Conste que la comparación no es ningún exceso.

No debemos olvidar que para instalar el sistema neoliberal se asesinaron curas, monjas, obispos, campesinos, estudiantes, dirigentes sociales, mataron compañeros y mataron compañeras. ¿A quién entonces sorprenden estos habitantes del Séptimo Círculo del Infierno del Dante? Por si no lo recuerdan, en ese lugar se castiga a los que cometieron violencia contra el prójimo y cuyas almas hierven en un río de sangre. Los centauros que vigilan las orillas del río carmesí se encargan de disparar las flechas para impedir que nadie pueda escapar de él. Hoy lo que parece acontecer es que las flechas se están haciendo insuficientes o que los centauros están perdiendo la puntería.

No estamos frente a un surgimiento de derechas extremas: asistimos al fracaso de un neoliberalismo perfectamente oculto en la hegemonía “fascistoide”. Sin ninguna duda ni inocencia Margaret Thatcher delineó esta ruta muchos años atrás cuando dijo, “Primero iremos por la economía, luego por todo lo demás”. A la luz del acierto que para la imposición neoliberal tuvieron esas palabras, tendremos que concluir que se está buscando donde no es, pues a estas alturas sabemos que no es la democracia la que hay que defender, mucho menos a la institucionalidad pues el imperativo es cambiarla.

Ya es tiempo de asumir que atravesamos por una grave crisis que pone en riesgo la existencia misma de la humanidad, de modo que la izquierda no puede seguir transitando por el camino de asegurar la utopía de Fukuyama, mucho menos cuando el propio Fukuyama hace tiempo que reconoció haberse equivocado.

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