Los ajetreos periodísticos propios del pasado proceso electoral, en el que el pueblo dominicano demostró un civismo que se colocó por encima del de alguno de sus dirigentes, no nos permitieron concentrarnos en la lectura de obras valiosas publicadas en los últimos meses, lo que podremos hacer en estos días, cuando debemos darle una tregua política a la ciudadanía que apuesta por el enriquecimiento económico, cultural y espiritual de las relaciones humanas. La primera en disfrutar ha sido La Marca, cuyo autor es el escritor Heberto G. Castillo, oriundo del oriental municipio de San Rafael del Yuma. Antes publicó la novela El Caminante.

La Marca, primer relato de una colección de 16 cuentos, se convierte en el título de la obra. Todos los relatos mantienen al lector en suspenso hasta lograr un desenlace sorprendente. ¿Quién iba a sospechar que el pulpero Andrés, el mismo que aconsejaba a la joven Rosalinda, se iba a convertir en su violador y terminaría ajusticiado por el tiro certero del agraviado padre Juan Gatillo, vengador de la infamia?

El mismo panorama de intrigas que se vive en el cuento La Marca se descubre en “Infieles”, que describe el desasosiego de los maridos que sospechan la infidelidad de sus mujeres, seducidas por un “Rasputín” tropical, definido en el pobladito como “el hombre de la yuca más grande”. Esta vez el revólver estuvo presente, pero no aparece el disparo vengador para lavar con sangre el daño provocado por el sacerdote a la comunidad, revelado por la madre de Juanito, hijo bastardo del religioso.

El papel moralizante de la literatura que tanto cultivaron los mejores cuentistas locales y extranjeros aparece en “La Cerdita Dignidad”, que relata los progresos económicos de Los Torongolos, una familia dedicada a la ganadería porcina, después que criaran como una apreciada mascota a la marranita que nació con los ojos cristalinos.

Una gran crisis llegó a Los Torongolos y tuvieron que vender toda la crianza de cerdos para cubrir deudas, pero nunca vendieron la cerdita amada. La moraleja queda explícita.

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