La velación-sonada de palos o atabales más vieja es la de Mariana Zorrilla Ozuna, que lleva 123 años de celebración en junio de manera ininterrumpida

“A tu hermana mándale a decir, que yo estoy vivo y con ella voy a salir”. Esta y otras frases de plenas cantadas en las sonadas de atabales enseñan que las manifestaciones culturales están en pleno apogeo en los pueblos de la región este del país.

Desde enero el baile de palos como creación artística y cultural comenzó para no parar en las provincias, pueblos y campos de la región Este del país, donde se celebran 120 fiestas de atabales, muchas dedicadas a un santoral de la Iglesia católica o a un jefe de familia fallecido.

En ciudades como Higüey, Hato Mayor, El Seibo, San Pedro de Macorís y La Romana, así como en zonas rurales y barrios desde enero hasta noviembre las cocinas huelen a arroz con leche, carnes y víveres, por ser la temporada de mayor flujo de estas celebraciones, en las cuales cada vez más se observa un número significativo de jóvenes.

En muchas de estas fiestas se hacen porfías, donde un cantante expone la problemática de un drama sentimental y otro responde con música y décimas. En estos desafíos el trago de alcohol, que es provisto por el dueño de la fiesta y los padrinos juega un papel estelar. Estas sonadas son atrayentes e involucran aspectos mágico-religiosos que alegran el alma a quienes participan de las cantadas y al público que la observa.

La región Este, en particular las provincias de Hato Mayor, San Pedro de Macorís, El Seibo, Higüey y La Romana concentran raíces étnico-culturales, lo que permite que las sonadas de atabales o velaciones como las llaman en algunos campos de la zona puedan tener una variedad y una riqueza extraordinaria a nivel rítmico e instrumental.

Los novenarios o sonadas de atabales más famosos se concentran en Hato Mayor, El Seibo e Higüey, donde se involucran autoridades municipales, provinciales y hasta nacionales quienes las apadrinan por su relación con los protagonistas o porque les gusta ese tipo de actividad.

Las velaciones más sazonadas son las de los Toros de la Virgen, que pasan por Hato Mayor en procesión entre el once y el 12 de agosto desde Bayaguana y hace una parada en la comunidad de Las Guajabas de El Seibo, donde amanecen miles de personas cantando, tocando e ingiriendo bebidas alcohólicas. Esta tiene 84 años celebrándose. Sin embargo, la más vieja es la de Mariana Zorrilla Ozuna, que tiene lugar desde hace 123 años de manera ininterrumpida en el mes de junio. Es la fiesta más asistida, se celebra en casa de la familia y que tiene como epicentro la comunidad de Guayabo Dulce, a 12 kilómetros al sur de Hato Mayor.

En la velación de Mariana dan desayuno de víveres con carne a las 8:00 de la mañana, arroz blanco, moro de guandules y habichuelas con carne a la 1:00 de la tarde; arroz con leche de vaca a las 4:00 de la tarde y cena de víveres con carne de cerdo a las 7:00 de la noche.

Quienes amanecen en la fiesta se quitan la resaca y el sueño con el desayuno de sopa de huesos, orejas, hocicos, patas y cabezas de cerdo y de vaca.

Otras fiestas sazonadas y las que asiste una gran cantidad de público son los atabales de la familia Amparo, que en honor al hacendado que más cacao tenía en Hato Mayor se celebran en dos fechas: 21 de enero por su devoción a la Virgen de la Altagracia y el 15 de agosto.

Los Echavarría son una familia de la comunidad de El Peñón, en El Seibo, que desde hace varias décadas celebra un novenario y cantada de atabales, donde se concentran cientos de personas y se sacrifican aves, cerdos y vacas que cocinan para el público asistente.

La sonada de atabales en el este del país. Ensaya con la tambora en Los Atabales de Morquecho. Cargando el alcagüete para la sonada de palos.

Parada de atabales

La Parada de Atabales fue instituida por el fallecido gestor cultural Papolo Cadet, un soñador del turismo rural que se abrazó a la sonada de atabales como una forma de atrapar, mercadear y diversificar el turismo cultural, con su epicentro en Mata Palacio que tanto gusta al turista extranjero.

También fue propulsor de la ruta turística Hato Mayor, El Trapiche del Coco y Los Atabales, una ruta que explica la idiosincrasia cultural y gastronómica de Hato Mayor.

Esta ruta la diseñó de tal manera que empieza en el parque temático Mercedes de la Rocha, en Hato Mayor del Rey, siguiendo al trapiche El Coco, un pequeño ingenio artesanal con más de 130 años de historia, y termina en la enramada o parada de los Atabales en Mata Palacio.

Con esta ruta, Papolo Cadet deja un gran legado cultural en Hato Mayor, que debe permanecer en el tiempo dado la profusión de su contenido, que era netamente cultural.

También se celebran con entusiasmo fiestas de palos en las comunidades de Mata de Palma, Las Palmillas, El Manchado, Mata Palacio, Yerba Buena, Santana, La Enea, Ramón Santana, Vicentillo, Viviana, Jalonga, Capote, Las Claras, Mango Limpio, Magua, Las Cañitas, Nisibón, Cañada del Agua y otras de El Seibo, Hato Mayor, San Pedro de Macorís, Miches, Sabana de la Mar, La Romana y otras comunidades rurales y barrios del Este de la República Dominicana.

Durante las fiestas patronales de Hato Mayor, que se celebran cada año para el mes de septiembre, el comité de festejo organiza unas nueve sonadas de atabales, las cuales realizan en la “Enramada de Media Chiva”, tenida como ermita de la Virgen de Las Mercedes.

Las nueve novenas de atabales son asignadas a empresarios, políticos, colonos o alguna autoridad municipal o provincial, que se encarga de promocionar y movilizar la mayor cantidad de personas para no ser abucheado en calles y avenidas, ya que antes de llegar a la ermita de Media Chiva se hace un recorrido por el pueblo de Hato Mayor en vehículos, motocicletas, bicicletas, caballos y a pie.

En los últimos años, estas fiestas de atabales recibieron un elemento nuevo, que consiste en que el padrino o patrocinador expone en la noche la explosión de fuegos artificiales, lo que le da un mayor esplendor a la actividad cultural que lleva 40 años de realización.

Otras fiestas sazonadas y las que asiste una gran cantidad de público son los atabales de la familia Amparo, que en honor al hacendado que más cacao tenía en Hato Mayor se celebran en dos fechas, siendo la primera el 21 de enero, porque el difunto padre era devoto de la Virgen de la Altagracia y la otra se realiza el 15 de agosto. Aesta fiesta asisten personas de Higüey, El Seibo, San Pedro de Macorís y Sabana de la Mar movidos por la promoción y la concentración de buenos bailadores y bailadoras de palos.

Los Echavarría son una familia de la comunidad de El Peñón, en El Seibo que lleva varias décadas celebrando un novenario y cantada de atabales, donde se concentran cientos de personas y se sacrifican aves, cerdos y vacas, las cuales se cocinan para el consumo del público que asiste.

En los campos y barrios de Hato Mayor, Higüey, La Romana, San Pedro de Macorís y El Seibo el baile de palos se asocia a la celebración de un santoral de la Iglesia católica y si no a la celebración por recordación de una persona que haya fallecido y que gustaba de ese tipo de celebración. Se toca con dos o tres instrumentos que pueden ser acompañados de guayo, maraca, pandero con su coro de voces y palmadas.

A las sonadas de atabales en la región Este también se le denomina velorio y siempre se escoge un rey y una reina, con lo cual se recuerda los reyes de los cabildos o cofradías, asociaciones en que los esclavos trataban de protegerse

Los hechiceros o curanderos también hacen celebraciones anuales a los luases, lo cual es bailado y cotejado a su manera. Siempre bailan parejas sueltas, que en ocasiones se pueden tocar el hombro o por los codos y resulta muy agradable ver este baile para las personas mayores a las cuales les gusta participar.

Blas Carmona, cantador de salves en las fiestas de atabales de Mata Palacio.

Instrumentos

Existe un conjunto de instrumentos utilizados por los atabaleros en los pueblos del Este como son el congo o palo mayor, un conguito o palo menor. A este pequeño palo también se le llama “Alcahuete”, a lo que se añade una canoíta y varias maracas y un güiro. Los dos primeros instrumentos son tambores.

Al sonido de estos instrumentos, los atabaleros tocan sus “veintiún toques” o canciones. “El veintiuno es un número sagrado, que son bailados en las fiestas patronales, en el cabo de año o aniversario de la muerte y en el banco o gran fiesta de los integrantes vivos y difuntos del “fundo familiar”..

Hay que sintetizar que los pueblos de la región Este presentan una diversidad en su conformación étnico-cultural, lo que le otorga la característica de un territorio multiétnico

En sus tierras confluyeron grupos de inmigrantes llegados de diversas partes del mundo en diferentes períodos de su historia, entre ellos en primer lugar los españoles, principalmente canarios; seguidos de africanos traídos en condición de esclavos durante la época colonial, y luego, especialmente durante el siglo XX puertorriqueños, árabes, italianos, y recientemente un numeroso grupo de haitianos.

Un poco de historia

Las sonadas de palos o tabales llegaron a La Hispaniola con los esclavos negros importados desde África por los colonizadores españoles.

Es uno de los ritmos folklóricos y populares más enraizados en el pueblo dominicano y sobre todo donde operaron los primeros ingenios azucareros.

La danza de los palos es un baile de pareja que es rodeado por espectadores que se agrupan alrededor, hay derecho a improvisar y bailar hasta que alguien le toca el hombro, lo que indica con esto su deseo de sustituirlo.

En esta actividad cultural, la mujer es la que siempre pone el baile, para que el hombre la siga y no se salga de los patrones ya establecidos.

Para Fradique Lizardo, los atabales es una denominación criolla, por asociación con los palos o troncos con que se hacen los tambores.

Dagoberto Tejada expone que las sonadas de palos son parte de la vida misma del pueblo dominicano.

Historia
Las salves y bailes atraen a turistas y empresarios que invierten en la organización de esta actividad cultural que nace con la llegada de los españoles a La Hispaniola”.

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