Esta vida no es tan corriente como algunas veces parece, ni tan cotidiana como nuestros compromisos, ni tan insípida como nuestra soledad. Recibimos sacudidas que tocan nuestras puertas sin la más mínima elegancia. Nos vemos obligados a salir de esa zona de confort que tiene la forma de nuestra frente y aun así solo logramos ver lo pequeño que somos y lo lejos que estamos de lo que alguna vez parecía fácilmente alcanzable. Y como la nube desciende sobre la colina, su mano poderosa sostiene nuestra vida cuando ya nada puede sujetarla, extrayendo de nuestras tragedias el más extraordinario evento, que no es menos que el diseño de la benignidad celestial, ese transformador instante donde convergen la impotencia humana con la omnipotencia divina.