Bernard-Henry Levy dijo que “asesinar en nombre de Dios es convertir a Dios en un asesino por poderes”. Es la respuesta que se le debe dar a los que, más de los que uno se imagina, dicen barbaridades como: “Es que no se puede estar ofendiendo a las creencias religiosas de la gente, por eso pasó eso”, refiriéndose a la carnicería hecha en Charlie Hebdo por asesinos islamistas.
El asesinato jamás tiene justificación; aunque sí tiene contextos. El contexto religioso es el más abominable de todos. El contexto político o ideológico entra en la misma categoría, ETA es un ejemplo, porque es la enajenación mental que consiguen algunos “líderes” o gurúes sobre las masas. Matar en nombre de Dios es no creer en Dios alguno. Es como matar por amor, por celos. No se mata, ni se golpea a quien se ama.
El degüello, las bombas y la masacre a mansalva son los últimos ecos de esa locura que llaman la voluntad de Dios a través del terror. Veíamos las guerras religiosas como algo lejano en el tiempo y en la mente: Las Cruzadas, Saladino, aquello de “Lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre” enrostrada a Boabdil por su madre, cuando él entrega las llaves de Granada a los Reyes Católicos. No, eso no está lejos, ni siquiera se había ido. La permanente confrontación de Oriente contra Occidente. Choque de civilizaciones, o más bien de estupideces, de ayer, de hoy y de mañana.
¿Qué hace que jóvenes inmigrantes franceses, ingleses, españoles o alemanes se conviertan en asesinos en nombre de una religión? Creo que el desbalance producido por las inmigraciones descontroladas. Oleadas y oleadas de pateras, yolas, o espaldas mojadas hacia lo que ellos creen el futuro, calidad de vida o simple subsistencia, que luego se convierten en marginación, subempleo y rechazo social hacen que las generaciones de hijos de inmigrantes nacidos en los países quimeras se conviertan en enemigos de la sociedad en que nacieron bajo el signo de “sin papeles”.
La inmigración fue el desarrollo de muchas naciones, hoy parece que es la desintegración de las mismas. En EUA, los inmigrantes europeos blancos se hicieron con el control y crearon una gran nación. Hoy, aunque tengan un presidente semi-negro, la confrontación racial es más virulenta que nunca.
Francia, Alemania y el Reino Unido están en una caldera a punto de estallar. Sus inmigrantes se adhieren a una religión expansionista que los capta para sus propósitos. Los capta ofreciéndoles igualdad, hermandad y algunas que otras vírgenes cuando mueran y vayan al cielo como recompensa por matar a los infieles que, supuestamente, les han hecho sus vidas un infierno.