El Tribunal Constitucional declaró contrario a la Carta Magna el Código Penal aprobado el año pasado tras una prolongada discusión en el Congreso, dejando sin efecto su entrada en vigencia el día 27 del presente mes. Con ello, la corte ha restablecido el viejo código nacido con la República en el 1844, es decir casi a mediados del siglo antepasado, acogiendo el reclamo de la Iglesia católica, fundaciones y ONG muy vinculadas a la ultra conservadora jerarquía eclesiástica.La sentencia, por estar en el extremo opuesto, me recuerda la explicación ofrecida en su momento por la dirigencia china para fundamentar una decisión que ha cambiado el curso de la historia, al asumir el camino más expedito y seguro del desarrollo, convirtiendo al gigante asiático en menos de dos décadas en la segunda potencia económica mundial. Fue Deng Ziaoping quien lo dijo: “Una doctrina (el Marxismo) lanzada a mediados del siglo IXX no puede tener respuesta a los problemas de la China del siglo XX”, el mismo dirigente visionario que después acuñara la frase inspiradora y guía del crecimiento chino: “Ser rico es glorioso”.
No se necesita ser émulo de Deng para preguntar: ¿Cómo pretende el Tribunal Constitucional que la sociedad dominicana del siglo XXI se rija por un código emitido 171 atrás, cuando todo en este país es radicalmente distinto? La única razón de esta sentencia está en el tema del aborto y es preciso convenir que el código derogado no lo promueve ni lo favorece. Admitir cierta modalidad de la interrupción del embarazo en caso de peligro de muerte de la madre, no lo hace un código abortista. Con esa mentalidad, este país no conocerá el futuro.
Y, como sucediera con otra famosa sentencia del TC, se obligará al gobierno a pagar por pecados que no son suyos, distrayendo su atención de los asuntos vitales en un año electoral. Sería de ingenuos pensar que en ambos casos una mano oculta no se ha movido en las sombras.