El PLD parece no darse cuenta de que por suerte, no puede ser por otra cosa, este es su momento. Parece que no entienden que ahora, con Danilo Medina, pueden quitarse de encima la etiqueta de corruptos que les generaron los gobiernos de Leonel Fernández. Uno se pregunta ¿por qué permiten que siga adelante la locura de querer abolir del código procesal penal la posibilidad de que el ciudadano, el que genera el derecho político, pueda querellarse contra funcionarios corruptos? Eso no debería seguir ni siquiera como una táctica barata, cual Chapulín colorado, si lo que pretenden es salir a última hora con que el presidente rechace la modificación y pida que se retire esa modificación.
Cuando a los ciudadanos se les acaban las opciones políticas y legales, como en el caso venezolano, no les queda más recurso que la rebelión contra la tiranía y la opresión, ¿acaso eso es lo que quieren? No puede ser eso, porque ahora ellos sí tienen algo, o más bien mucho, que perder, sobre todo los promotores de tan descabellada propuesta. Esos, los que vendieron la idea de una “época del progreso” y el “E´P’alante que vamos”. Parece que al exceso de promesas, corregir lo mal hecho, y a la falta de ejecutorias gubernamentales para combatir la corrupción, ahora habrá que añadirle la proactividad para proteger la corrupción. Esa propuesta no debió pasar de una primera lectura en la primera Cámara que se presentó.
No podemos ni pensar que detrás de esa afrenta a la democracia, el no poder querellarse contra ladrones, esté el vendedor “De la autopista de la información y el Progreso” ese mismo que se quedó en el de la autopista de la huida a los tribunales por cualquier vía, el caso Sun Land fue la prueba de laboratorio.
Porque dejar que llegue esa propuesta hasta donde ha llegado sería la demostración de que aún nos gobierna ese error de la clase media dominicana.
Tenemos un montón de instituciones para controlar el desmán propuesto.
Tenemos hasta la figura jurídica llamada “control preventivo de la constitucionalidad” para detener eso YA, pero salvo un puñado de ilusos; los que deberían no hacen nada. Tal parece que estamos ante un Estado Ausente, más que un Estado fallido. El Estado ausente es cuando una farsa, una comedia, se presenta como Estado. Eso parece ser a lo que nos estamos enfrentando. Un Estado ausente con un montón de delincuentes montando un entarimado de saqueo con reglas claras de impunidad absoluta.
El Estado lo somos todos; pero entre la necesidad de los ciudadanos y las respuestas que dan los representantes que están para eso, no hay nada.