Calificado por unos, como el presidente más pobre de Latinoamérica, por otros, como el presidente que cambió la forma de gobernar, José Mujica visitó nuestro país la semana pasada.Aún no tengo claro quién lo invitó, porque fueron varios los que se disputaron el honor de su visita. De todas formas, lo importante es que estuvo aquí y desarrolló una intensa agenda.
Antes de abordar muchos de los temas tratados por el expresidente uruguayo, debo empezar por marcar algunas diferencias entre su país y el nuestro. Empecemos porque el territorio de Uruguay es tres veces mayor que el nuestro; sin embargo, apenas tiene diecinueve departamentos y ochenta y nueve municipios. Nosotros tenemos treinta y dos provincias, ciento cincuenta y ocho municipios y doscientos treinta y un distritos municipales. Tienen ustedes, señor Mujica, el índice de alfabetismo más alto de América Latina mientras nosotros, según datos dados, en el 2015 ocupamos el lugar 146 de 148 países analizados en cuanto a nivel de educación.
Los uruguayos cuentan con uno de los índices de distribución de ingreso más equitativo, los dominicanos padecemos niveles muy desiguales. En cuanto a la inseguridad, según datos de la Procuraduría General de la República Dominicana, en nuestro país la tasa de homicidios es de dieciséis por cada cien mil habitantes. En Uruguay, es de ocho por cada cien mil.
Sin embargo, somos el país más visitado del Caribe, lo que constituye la espina dorsal de nuestra economía y sin duda un orgullo de ser considerado como una nación muy alegre, posiblemente uno de nuestros graves pecados, ya que tenemos la tendencia de tomarlo todo a broma.
En el salón Pedro Mir de la Librería Cuesta, Mujica decía a los jóvenes “que no tendremos un sistema mejor, si no somos mejores nosotros mismos”. Sin duda nuestros jóvenes necesitan de ejemplos para que sean motores para el cambio hacia una sociedad mejor. Han perdido el horizonte entre el bien y el mal, la ausencia de humildad es un factor determinante y la competencia por tener de todo sin importar como se obtiene.
A un grupo de jóvenes yo les decía hace unos días que el consumismo es el mal de estos tiempos. Que ya no se usan los libros de los hermanos y mucho menos la ropa que no les sirve a los mayores, no porque no estén en buenas condiciones sino porque posiblemente pasaron de moda.
Estamos pendientes del último celular, sin embargo, ya no leemos un libro y tampoco nos preocupamos por educarnos. Limitamos el idioma a unas cuantas jergas y términos raros que precisan traducción a los que nos visitan desde el exterior para poder comunicarnos.
Ese llamado a la solidaridad social a la que usted invita a los jóvenes, señor presidente, se ha perdido. Recuerdo hace unos días cuando escuchaba la homilía de monseñor Amancio Escapa, que decía: “Hay dos tipos de solidaridad, la indiferente, que es la que ve la necesidad y la pasa por alto y la solidaridad activa, que es la que participa en la solución de los problemas de los demás”. Hemos sustituido el pensar por los demás por el que los demás trabajen para mí.
En algún lado leí que decía usted, señor Mujica, que antes entendía que el problema de la humanidad era el capitalismo pero se quedó corto porque los problemas son de civilización. Cuánta razón tiene, nuestros problemas no se limitan a la izquierda o la derecha, es mucho más profundo, basta con oír ciertos programas de radio o televisión para llegar a la conclusión de cuánta civilización nos falta.
Como ejemplo basta con observar el tránsito en nuestro país y seguro se enteró de las protestas porque el Gobierno con toda la razón ha querido suspender el subsidio a los combustibles que otorgaba a los transportistas del país, que muchos llaman “los dueños del país”, porque hacen lo que les parece y han usado un subsidio para su beneficio ya innecesario en los actuales niveles del barril de petróleo, muy diferente al de los ciento veinte dólares al momento que se implementó dicho subsidio.
Algunos de nuestros legisladores han sugerido que se suspenda el subsidio para los empresarios también, con lo cual presidente Mujica, estoy totalmente de acuerdo y es más, aún pienso podría ser el inicio de lograr que otros subsidios sin sentido desaparezcan. Porque sólo son necesarios los subsidios que nos permiten competir en condiciones similares y que generen empleos, dólares y desarrollo.
Usted habló de la baja presión fiscal, pero seguro no le contaron de lo mucho que gastamos. Que los dominicanos competimos no en el que menos gasta sino en el que más exhibe. Usted se transporta en su viejo VW, nuestros funcionarios se transportan en costosas yipetas. Los salarios de muchos de nuestros funcionarios son más altos que los del Presidente, violando la ley sin que nadie diga o haga algo.
Entendemos que el Estado es benefactor, que ahorrar no es necesario y que los impuestos deben ser mayores cada día para tener más legisladores y alcaldes. Es cierto que muchos empresarios son tímidos al pagar impuestos, pero argumentan el nivel de gastos, la deficiencia en los servicios y las enormes trabas que representan muchas veces los permisos y licencias.
Me encanta su estilo y le sugiero venir más a menudo y dar una cátedra para todos, de humildad y de ahorro. Aunque le confieso que no estoy del todo de acuerdo con usted, y mucho menos con un ex viceministro de salud de su gobierno, que esté promoviendo el aborto, lo cual debe haber alegrado mucho a la Ministra de la Mujer, que de opositora rabiosa del actual Gobierno, ahora la tenemos defensora a ultranza del aborto.
Ha dejado muchos más mensajes positivos de los que puedo resumir en estas líneas. Ojalá nos visite de nuevo y pronto.