La Virgen de Casabito; una obra de arte destruida por el vandalismo y el fuego

La ermita de la Virgen de Casabito, destruida el 21 de este mes por el fuego de miles de velones que dañaron las imágenes religiosas, derritieron los cristales y rompieron la estructura de concreto y barro, se vio afectada en los últi

La ermita de la Virgen de Casabito, destruida el 21 de este mes por el fuego de miles de velones que dañaron las imágenes religiosas, derritieron los cristales y rompieron la estructura de concreto y barro, se vio afectada en los últimos años por saqueos y acciones vandálicas. A estos problemas se sumaron el uso inadecuado del lugar por parte de muchos feligreses y la carencia de una vigilancia adecuada de autoridades civiles y eclesiásticas.

Leovaris Veloz, un vendedor de colchones de La Vega, detiene la marcha de su camión Daihatsu en medio de las nieblas que cubren las montañas. Se desmonta con un velón en las manos  y, de repente, su rostro se torna sorprendido ante el santuario destruido de su virgen. Desconocía la noticia, pero igual, mete las manos por la puerta de hierro herrumbrada por el fuego, para encender su acostumbrada luz a la madre espiritual que –a fuerza de ruegos- ayudó a su esposa a preservar la niña que ahora tiene siete meses de vida, después de padecer la pérdida irreparable de un embarazo en su última etapa y la muerte de su segundo hijo a los dos días de nacido.

“Ya yo estaba desencantado, sin ánimo. Entonces, le pedí a la Virgen,  lo intentamos por tecera vez y gracias a ella nació la niña”, dice Veloz, de 31 años.  “Siempre tengo que detenerme a traerle un velón”, confiesa.

Miles de devotos visitan este santuario resguardado por las frías montañas de Constanza. Desde el año 2000 la capilla se transformó en una obra de arte. El ceramista Thimo Pimentel, quien la concibió, deplora la profanación y destrucción de la capilla, la que definía como un patrimonio que encerraba un valor religioso y artístico, al que se sumó un mirador turístico acondicionado por la empresa brasileña Odebrecht cuando reconstruyó la carretera.

El fuego que destruyó la capilla se produjo a las 4:30 de la tarde. El mecánico Oscar Francisco Núñez, de 59 años, estuvo en el lugar desde el 20 de enero, cuando vino a instalar una planta eléctrica y un inversor para iluminar la fría noche de los cientos de devotos que amanecen venerando a la Virgen de La Altagracia, en víspera de su día.

Hace más de diez años que Núñez cumple con “la promesa” de iluminar el área para facilitar la estancia de los creyentes. Explica que “como a las cuatro y media de la tarde del día 21 hizo una brisa fuerte que expandió el fuego. Los presentes trataron de sofocarlo con agua, pero las llamas se expandieron por las paredes y generaron un intenso calor que hizo explosionar la construcción, cuyas paredes quedaron agrietadas.

Ahora un letrero escrito sobre un cartón advierte a los visitantes sobre la posibilidad de que la pequeña edificación se desplome. La patrulla del Ejército  que vigila Casabito la cerró con candado.

Una vieja leyenda

La historia de “La Virgen de Casabito” se remonta a la década de 1950. El animador cultural Johnny Tactuk, director regional del Ministerio de Turismo, cuenta que el primer santuario estaba ubicado a un kilómetro de distancia del actual  y lo mandó a construir un inmigrante español, “que salvó su vida milagrosamente en un accidente de automóvil que sufrió comenzando a bajar la montaña”. “Estuvo -añade- más de un día en el precipicio y, en agradecimiento a la Virgen, le construyó un pequeño altar”.

“En aquellos tiempos la carretera era muy difícil, muy difícil…”, dice. La pequeña ermita construida por el inmigrante español pasó a ser “la virgen de los camioneros”. Los transportistas de productos agrícolas y pasajeros que hacen la ruta empezaron a dejar velones encendidos en el lugar, para pedir a La Altagracia que los guiara y los ayudara a salir a salvo de la peligrosa carretera llena de curvas y precipicios.

Tactuk cuenta que para facilitar el parqueo, la pequeña capilla se amplió un poco y fue movida a la parte más alta de la vía. “El año pasado la ermita también se quemó parece ser que por la misma razón: una gran cantidad de velones dentro. Había más de 1,500 velones y explosionó. Sólo la imagen de la virgen, que es una estatua hecha en yeso quedó casi intacta”.

La pequeña estatua de yeso sustituyó a una de cerámica y barro que hizo Thimo Pimentel cuando construyó la ermita y a otra realizada por Margarita Simó.

Ambas fueron profanadas y dañadas por desconocidos, al igual que una imagen bendecida por el obispo de Higüey, traída desde la Basílica.

“La original era de una señora que vivía en Constanza. Era una virgen de metal. Hice muchas investigaciones para ver si se conseguía, pero no se pudo…, después se llevó una copia de la Virgen de la Altagracia, de la misma que hay en Higüey, y comenzaron a ponerle pinturas y ácidos… le tiraban huevos y… la rescaté”, cuenta Pimentel.

Décadas antes de que la desaparecieran de la ermita, la virgen de metal dio lugar a una leyenda que fomentó la devoción de los feligreses que acuden a diario al lugar de peregrinación y se persignan en señal de respeto y devoción.

Los constanceros aseguran que un hombre irreverente subió hasta la capilla y, en abierto desafío a la ira divina, baleó la imagen en uno de sus ojos. A partir de ese momento -creen los creyentes-, empezó a perder la capacidad de la visión, hasta morir enceguecido, bajo los designios de un castigo divino del que no pudieron salvarle los esfuerzos de médicos ni curanderos.

Se llamaba Rubén Darío Abud Abreu, un potentado de Constanza. Su esposa, Mercedes Antonia Pérez, declaró hace una década a elCaribe que en realidad su esposo quedó ciego como consecuencia de la degeneración que le provocó la diabetes que padecía y que lo sacó del reino de este mundo en 1973. Pero la leyenda pasa de una generación a otra.

“El primero que vino y la baleó, bajó ciego”, cuenta Junior José Echavarría, un constructor de ventanas de metal de Bonao que se encamina a Constanza en una motocicleta para realizar una cotización en una casa en construcción.

“Siempre que vengo por aquí me paro y le prendo un velón a la Virgen. “Hace años  vine y hablé en secreto con la Virgen para que me ayudara a hacer mi casa y ella me la concedió”, añade.

Vandalismo

Thimo Pimentel lamenta las agresiones  constantes que sufrió la ermita antes de ser consumida por el fuego. “Los vitrales los vandalizaron, la virgen pintada por la artista Margarita Simó la rompieron. En el diseño original de la obra no había una virgen de losa sobre la puerta, y se la colocaron después, una mujer que hizo una promesa la embardunó de rosado sin respetar su pintura de barro…”, dice.

Lamenta que las autoridades no presten la debida atención para cuidar el lugar que puede ser aprovechado para mostrar la devoción cristiana de los dominicanos a los turistas que visitan la zona.

Recuerda que el diseño original de la capilla nueva incluyó una reja de hierro reciclado antes del altar para proteger las imágenes religiosas. Pero, como algunos devotos dejaban ofrendas que incluían dinero en efectivo, “unos vándalos” de Bonao subían al lugar en motocicletas a robar, y  empezaron a deteriorar la capilla religiosa.

“Después le entraron a tiros y la vandalizaron precisamente como en sus orígenes. Rompieron los hierros que dividían las imágenes del público y empezaron a poner cosas ahí de brujería y a hacer muchísimos desmanes…”, apunta.

Una pieza arquitectónica valorada

Thimo Pimentel, presidente de la Fundación Igneri, concibió la capilla de Casabito como una obra artística integrada a su ambiente natural.

Por su valor, fue invitado a presentar los planos y el diseño a la bienal de arquitectura, algo que no pudo hacer porque carece del título de arquitecto. El artista también diseñó y elaboró, con un ceramista cubano, la imagen que representa a “La Virgen de Punta Cana”.

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