Enrique Dussel (2009) en su obra Política de la liberación. Volumen II, Editorial Trotta, S. A., Madrid, Pág. 138, afirma… la violencia es la pura fuerza contra el derecho del otro, no crea unidad sino confrontación; desune, torna impotente el ejercicio delegado del poder de la institución (las protestas fetichizadas) con respecto a la comunidad; enemista a unos contra otros (en aquello de que lo político se rige por la lógica de la contradicción amigos –enemigos, lógica que debilita el poder de la comunidad como todo).
Muy a pesar de lo que afirma Dussel, prefiero optar por una postura que, con aires de extremo conservadurismo, es opción para entender este fenómeno que ata a esta generación de la comunicación, y no de los conocimientos, a no participar de la Democracia del Ocio. A decir: La violencia es el acto pre político de liberarse de la necesidad para la libertad del mundo.
Lo afirmado anteriormente se sustenta en el hecho de que la violencia, más que obstaculizar la libertad, colabora con eliminarla, debido a que entra en el campo particular de la persona, impidiéndole que pueda presentarse tal cual es, poniendo en contraste la vida política, ya que la política pondera el espacio entre humanos, a diferencia de la violencia que lo destruye.
Debo aclarar aquí que la violencia por naturaleza es instrumental, ya que esta como medio, precisa de una justificación para lograr el fin que persigue, defendida por quienes la practican, y que nunca ha de ser legítima, pues ella no pone su precisión en cantidad, o en las diversas opiniones, su punto central radica en el uso de los instrumentos, por lo cual, los que se enfrentan a la violencia con el simple poder podrán darse cuenta que su enfrentamiento no es con seres humanos, sino más bien con artefactos de eficacia demoledora que van apartando a los adversarios, pues la violencia es la única actividad completamente muda porque carece de discurso, no media una palabra.