En estos últimos tiempos la violencia ha estado destruyendo la familia dominicana; cada día que pasa el número de víctimas va en aumento como si se tratara de una competencia para obtener un galardón.
Cuando se habla de violencia, no se refiere tan solo al maltrato físico, golpes, heridas. Son aún más espeluznantes los maltratos psicológicos, sexuales; estos traumas son difíciles de sanar, debido a que poco a poco va destruyendo la integridad emocional de una persona.
Los humanos piensan que utilizando agravios van a remediar el problema o la indiferencia por la que están atravesando; es todo lo contrario, provocan que la víctima viva envuelta en un pánico, que vaya perdiendo el interés en sí mismo, baja autoestima y carente de aprecio afectivo.
No hay por qué llegar a tal extremo, existe el intercambio de sentimientos, opiniones o cualquier otro tipo de información mediante el habla, llamado comunicación. Por medio a ella pueden llegar a ciertos acuerdos, a solucionar sus discrepancias en una forma amena.
Un factor de suma importancia para acabar con este mal es la educación. Debemos instruir a nuestros hijos a respetarse a sí mismos y a respetar a los demás, cultivar en la familia el amor y la confianza.
Cuando haya momento de discusión y se sienta alterado, respire profundo, reflexione de manera positiva y luego, cuando esté calmado, establezca la comunicación.
Como diría el político y pensador Mahatma Gandhi “Me opongo a la violencia, porque cuando parece causar el bien éste sólo es temporal, el mal que causa es permanente”.