En varias oportunidades he escrito sobre el tema de Venezuela. Las relaciones familiares, empresariales, de amistad con muchos venezolanos, además de la importancia regional que tiene su economía sobre el resto de los países del área y del mundo, hacen que siempre estemos pendientes de los acontecimientos en esa gran nación.
El gobierno de Maduro se encuentra en un callejón sin salida. Su falta de talento, la corrupción y narcotráfico han llevado a la población a un nivel de
desesperación sin precedentes.
La pérdida de popularidad del régimen, especialmente luego de la desaparición de Hugo Chávez, los errores en el manejo de la economía, el cierre indiscriminado de empresas, el ilógico control cambiario, han repercutido en una de las mayores crisis no sólo de la historia venezolana sino de la de la mayoría de los países a nivel mundial.
El Fondo Monetario Internacional en uno de sus informes pronosticó que para este año, la inflación en Venezuela podría llegar al quinientos por ciento. Sin embargo, en una reciente actualización sobre esas estimaciones se prevé que la inflación podría llegar al setecientos por ciento.
El Gobierno acaba de anunciar un aumento general de los salarios de un cuarenta por ciento, lo cual sin duda no alcanza para nada frente al enorme descalabro de la moneda.
Alejandro Grisanti, jefe de investigación del Barclays para América Latina, decía hace algunas semanas que “había llegado el tiempo de que Venezuela se reinventara”. Esto así por el fracaso económico, social y político del régimen encabezado por el presidente de los pajaritos.
Después de más de once meses de no hacer caso a los reclamos de la oposición, de no respetar la mayoría de la Asamblea Nacional y haber asaltado el sagrado recinto de la misma con turbas, el megalómano de Maduro se ve obligado a iniciar un proceso de negociaciones.
La constitución de la que tanto se ufanó Hugo Chávez ha sido pisoteada miles de veces. En esta oportunidad recordamos con pesar lo que hace muchos años dijo Joaquín Balaguer, que la misma “era un pedazo de papel”.
No conformes con la aplastante victoria de la oposición en las elecciones congresionales, tanto la Suprema Corte como el Tribunal Superior Electoral, controlados por el oficialismo, han pretendido desconocer los fallos de la Asamblea Nacional.
Sólo las marchas y las posiciones recias y valientes de la población cansada de no tener que comer, la ausencia de medicamentos y la pérdida del poder adquisitivo, han hecho de alguna forma recapacitar al gobernante que es acusado de abandonar el cargo y deberá comparecer ante la Asamblea Nacional, lo cual de seguro no sucederá.
La semana recién pasada se celebró en Cartagena de Indias, Colombia, la XXV Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno. A pesar de lo crítica de la situación venezolana no figuró como tema de agenda. De no haber sido por el Presidente del Perú, Pablo Kuczynski, que afirmó que “es muy difícil tener una reunión como esta sin hablar de la enorme crisis económica y de derechos humanos por la que atraviesa Venezuela, porque de no hacerlo nos dirán que hablamos de educación y de otras cosas muy bonitas, pero que no nos estamos ocupando de los temas candentes”.
Las declaraciones del peruano no cayeron bien dentro del Gobierno de la patria de Bolívar. Pero sin dudas, tocó un tema que debió estar en la agenda, que se olvida muchas veces por la famosa diplomacia del petróleo.
Esas posiciones tibias le han ganado a la Comisión de Unasur, compuesta por el pasado presidente del gobierno español, José Rodrigo Zapatero, por el pasado presidente de nuestro país, Leonel Fernández, por el pasado presidente de Panamá, Martín Torrijos y ahora recientemente con la participación del nuncio apostólico Emil Paul Tscherrig, por solicitud expresa de su Santidad Francisco I.
La mediación de la Iglesia siempre es fuerte. No representa facciones políticas, es un poder moral que se sitúa por encima de los intereses y podría perfectamente servir de catalizador frente a la desconfianza de parte de la oposición, que como afirma María Corina Machado en su cuenta de Twitter: “creemos en negociación genuina para lograr transición este año. Ello exige mediadores confiables y representantes genuinos. Esto no existe hoy”.
La comisión, con sus cuatro mesas, tiene ahora la oportunidad de evitar un derramamiento de sangre. Una población burlada en todo el sentido por un gobierno que ha perdido su sustentación y que sólo logra mantenerse mediante la represión y la más vulgar violación de las leyes y los derechos humanos.
Zapatero dirigirá la mesa “Paz, respeto al Estado de derecho y a la soberanía nacional”; el representante de la Santa Sede estará al frente de la mesa “Verdad, justicia, derechos humanos, reparación de víctimas y reconciliación”. El expresidente Fernández estará en la mesa de “La crisis económico social y cómo conjurar la gravedad de abastecimiento”; y por último, el expresidente Torrijos coordinará la mesa de “Generación de confianza y cronograma electoral”.
La situación de Venezuela no acepta más medias tintas. Es necesario el retorno al respeto de las leyes, de las fechas del referéndum, de las elecciones regionales y terminar con la crisis económica es la única forma de evitar una confrontación mayor.
En una oportunidad el Rey Juan Carlos le dijo al fallecido presidente Chávez “por qué no te callas”. Creo que ha llegado el momento de decirle a Nicolás Maduro, ¿por qué no te largas y evitas que tu país arda y derrame más sangre?