Lo peor que pudiera estar pasando en la radio nacional, lo mismo que en la televisión, no es que personas de experiencia y conocida competencia profesional corrompan las formas, recurriendo sin necesidad a frases y expresiones descompuestas en medio de discusiones que parecen peleas callejeras. Lo triste del caso es que esa práctica se esté convirtiendo en un modelo, en el paradigma de la comunicación electrónica, y que profesionales de otras áreas que enriquecen con sus conocimientos el tratamiento de temas relacionados con sus especialidades transiten por el mismo sendero.
Recientemente escuché en un programa muy bien posicionado, dirigido por especialistas, expresiones fuera de tono que jamás sospeché que podían darse en un espacio de tanta calidad y altura como ese. Un espacio que, a excepción de ese momento, ha sido un ejemplo de buen gusto y comedimiento. Lo malo se pega, dice un refrán, y pudiera ser que esto nos esté ocurriendo en muchos niveles, si bien confío que en el caso específico al que me refiero se trató de una expresión emotiva causada por una de esas manifestaciones de frustración tan frecuente en nuestro ambiente, que no se dará nuevamente.
Hay quienes afirman que eso es lo que le gusta al público y lo que hace populares a los programas y verdaderas celebridades a quienes forman parte de ellos. No dudo que algo de eso sea cierto y es posible, como ha ocurrido con muchos buenos compositores nuestros de música popular, que cansados de incursionar sin éxito en el campo de la buena música optaran luego por lo banal para alcanzar la fama y la adoración que trae consigo. Aferrado a la vieja escuela en la que me formé, entiendo, sin embargo, que los aplausos obtenidos por esa ruta necesariamente no aseguran el respeto que un buen ejercicio obtiene. Por supuesto, cada quien es su propio límite.