Empecinarse en restarle méritos a cuanto hace el gobierno del presidente Danilo Medina, como si todo fuera negativo, es un error común a la oposición. Esa actitud le quita el respaldo y la simpatía de aquellos sectores directa e indirectamente beneficiarios de muchos de sus planes de carácter social. Me refiero, entre otros, a la construcción de escuelas y la tanda extendida, las carreteras y puentes, las estancias infantiles y las llamadas “visitas sorpresas”, de un gran valor intangible, tan importante o más que los aportes materiales que ellas llevan a grupos de productores de las comunidades visitadas.
Muchos líderes políticos yerran al creer que el país que conocen en sus recorridos de campaña es el mismo que encontrarán en el Palacio Nacional. Bajo esa creencia, critican programas que la condicionante realidad les obligaría a mantener y profundizar si alcanzaran el poder.
Las encuestas dicen que mucho más de la mitad de la población está conforme con el Gobierno. Eso hace a muchos dominicanos sentirse a gusto e incluso orgullosos de formar parte de él, como lo ha manifestado pública y reiteradamente por diversos canales el ministro de Obras Públicas, Gonzalo Castillo, uno de los funcionarios mejor valorado y más asequible a la prensa.
La buena valoración de las ejecutorias del presidente Medina no proviene sólo de sus colaboradores y de la militancia de su partido. En su visita de varios días al país el presidente de Panamá, Juan Carlos Varela, dijo estar positivamente impresionado por el programa escolar y el modelo de acercamiento con la población de las “visitas sorpresas”, anunciando que las replicaría a su regreso.
Cuanto quiero decir es que si el presidente llegara a perder las elecciones, les sería muy difícil a su sucesor descontinuar la mayoría de esos programas. La inmadurez política impide que los políticos echen a un lado sus diferencias en beneficio del bien común.