El medallista olímpico jamaiquino Usain Bol deja la pista en los 100 metros y en el relevo 4×100 de Jamaica en el Mundial de atletismo, que arranca el próximo viernes
Muhammad Ali estuvo solo en muchos frentes de batalla, pero Joe Frazier, George Foreman y unos cuantos más le pelearon de igual a igual en el ring.
¿Usain Bolt? Nadie ha podido hacerle sombra, dentro y fuera de la pistas.
El hombre que reescribió los libros de récords y salió al rescate de su deporte se despide. Sus sprints en los 100 metros y en el relevo 4×100 de Jamaica en el Mundial de atletismo, que arranca el próximo viernes, deben terminar con otro par de medallas de oro.
Pero el jamaiquino también deja al atletismo con una enorme interrogante: ¿Quién será su heredero?
“Debe ser alguien que esté dominando, y ahora mismo nadie lo hace”, dijo Michael Johnson, ex plusmarquista mundial de los 200 y 400 metros, y considerado la máxima figura del atletismo en la década de 1990. “Se necesita alguien que tenga ese elemento especial que él tiene, en cuanto a personalidad y presencia. No vamos a contar con eso”.
Aunque no se retira invicto, Bolt puede presumir de algo singular: Ser un atleta que nunca perdió en las citas de mayor magnitud. Y con su don para entretener al público, sumado a su extraordinaria velocidad _ su gusto por los McNuggets de pollo para cenar, su pose con el brazo izquierdo extendido_, se cargó encima a un atribulado deporte, haciéndolo atractivo y relevante.
Desde que su era de dominio empezó en 2008, Bolt arrasó en los Juegos Olímpicos _ nueve de nueve _ en los 100, 200 y el relevo corto _le despojaron de una de esas medallas debido al positivo por dopaje de un compañero de la posta en 2008. Se aburrió de fijar récords mundiales en las tres pruebas. Sus marcas de 19,30 y luego de 19,19 segundos en los 200 metros fueron consideradas imposibles de eclipsar. Se planteó bajar de los 19 segundos en Río de Janeiro el año pasado, y al quedarse corto, quedó claro que esa barrera estará intocable durante varios años.
En los mundiales, la única “derrota” de Bolt fue en 2011, cuando fue descalificado por una salida en falso en los 100 metros. Su compatriota Yohan Blake ganó el título ese año, al igual que en los campeonatos nacionales en los 100 y 200 durante los meses previos a los Juegos de Londres. De vuelta a Londres cinco años después, Blake está en un segundo plano.
Y la supremacía de Bolt no se discute.
“Es triste verlo irse”, dijo Justin Gatlin, el estadounidense que ha sido su principal adversario y a quien se le ha descrito _injustamente_ como el taciturno chico malo en contraste al jovial Bolt. “Es una figura inmensa en nuestro deporte. Más allá de esa figura inmensa, alguien que siempre fue un competidor en la largada”.
En el Mundial de Beijing hace dos años, Gatlin prácticamente había superado a Bolt en los 100 pero se estiró un microsegundo prematuro en la meta y permitió que Bolt le rebasara por apenas una centésima. Gatlin reconoció que el pulso le tembló.
En el boxeo, Ali no fue invencible, pero fue incomparable por todo su carisma y como un atleta con un compromiso social, usando su fama para pronunciarse a favor de la tolerancia y contra la guerra.
Bolt no buscó tener esa clase de impacto, hasta ahora. Pero no se puede menospreciar la huella que ha dejado en su deporte, y por ende los Juegos Olímpicos, que siempre han tenido al atletismo como su tarjeta de presentación.
Durante décadas, el principal deporte de las olimpiadas se ha visto sacudido por una sórdida sucesión de escándalos de dopaje. Los más recientes apuntan a una vasta trama de corrupción en Rusia, y rumbo a Río 2016, socavó no sólo al atletismo y a su dirigencia, sino también al movimiento olímpico por la ineficacia de sus líderes para lidiar con el problema.
Pero cuando Bolt se presentó en la pista, hizo el signo de la paz y lanzó un beso al público, todo quedó olvidado. No sólo por los nueve o 19 segundos que corrió, sino por toda la noche y algo más. Se encargó de que el atletismo y los propios Juegos tuvieran protagonismo.
Deberá hacerlo en un escenario más modesto, el campeonato mundial, pero un escenario con un enorme significado simbólico.
Cuando acudió a Londres para los Juegos Olímpicos en 2012, Bolt ostentaba todos los récords, pero era visto como vulnerable por su salida en falso, una larga lista de lesiones persistentes y sus derrotas ante Blake.
Al irse de la capital británica, Bolt se declaraba como el más grande de todos los tiempos. Cuatro años después, dijo que ese era su objetivo: “codearme con Alí y Pelé”, señaló.
Está en esa lista selecta, pero cuando se apaguen las luces tras los relevos el 11 de agosto _ 10 días antes de cumplir sus 31 años _ llegará el momento de decir adiós.
“Una vez que se marche, no habrá otro que puede generar un impacto significativo a nivel global”, advirtió el historiador deportivo escocés y exatleta olímpico Tom McNab.