Muchos extranjeros al preguntarles por qué les gusta la República Dominicana, coinciden en decir que por la sonrisa y cordialidad de su gente. Este dato no lo saco yo de la nada, tampoco es porque sea una fanática criolla, no, ese es el punto en el que coincidieron muchos de los exponentes, nacionales e internacionales, del 1er Congreso Nacional de Turismo Urbano celebrado este mes en el país.
Pero lo interesante y hasta reconfortante es el hecho de que los turistas no quieren que los lleven a grandes tiendas, sino conocer nuestras raíces y productos típicos. Entonces surge una gran interrogante ¿cómo podemos mostrarle nuestras tradiciones si es que muy pocos las conocemos hoy en día?
La tecnología y el rápido correr de los días ha hecho que muchos de los dominicanos jóvenes no conozcan lo ingeniosa que podían ser nuestros abuelos cuando se trataba de elaborar los postres de la casa. No sólo se trata del producto final, sino de también de todo su proceso de elaboración y de la transmisión de la receta, de generación en generación.
Sé que hay muchas memorias en las que todavía queda fresco el recuerdo de la abuela o la madre, preparando el fogón para poner una arepa, taparla y encima poner carbones encendidos, para que cogiera “candela por arriba y candela por abajo”. También aquel proceso para cortar la leche y lograr hacer la llamada “boruga” o tostar el maíz para luego molerlo y hacer el gofio que tanto disfrutábamos de niños.
Éstos y otros tantos dulces criollos que engalanan nuestra gastronomía están quedando en el olvido por muchos, opacados por los extranjeros cheesecake, brownies, tiramisú o donuts. Nuestros postres, sin embargo, tienen la saludable ventaja, de que no incluyen harina y muchos de ellos se pueden hacer con miel.
El hecho de que muchos jóvenes de hoy no conozcan la gran variedad de dulces típicos que tiene esta pequeña isla, no significa que para comerlos hay que trasladarse a las regiones de donde provienen. Ya en Santo Domingo existen varias tiendas dedicadas a exaltar estos productos y sus tradiciones, algunos de ellos hasta han perfeccionado su presentación, para hacerla más competitiva y elegante ante otros mercados.
Hicimos uno de nuestros recorridos sorpresa, nos lanzamos por la ciudad para diseñar lo que llamamos la ruta de los dulces criollos. Toma nota y la próxima vez que pienses en un postre o regalo, hazlo diferente, olvídate de lo “in” y complace a tu paladar con nuestras tradiciones.
MI VIEJA
Esta empresa comienza en mayo de 1988, como un homenaje de Josefina Mieses a su madre Josefa Arias, quien le transmitió sus recetas y al mismo tiempo para rescatar las antiguas tradiciones. En principio, su fuerte era única y exclusivamente la producción de pan de batata, que se distribuían a nivel ranchero. La demanda de clientes, los llevó a fabricar otros productos y ya para 1990 ofrecía tres más.
En 1998 se constituye como una compañía por acciones y en la actualidad ofrece más de 20 tipos de dulces criollos. Además, con los años se han involucrado las hijas y han incorporado nuevas líneas exclusivas como son los dulces criollos gourmet.
Han sido merecedores de primeros lugares en algunos festivales gastronómicos con sus dulces: coco con piña, malarrabia (plátano maduro y guayaba), arepa y leche cortada. Allí puedes encontrar: bolitas de batata con piña, pan de batata, dulce de lechoza con piña, pudín de pan, bolitas de arroz con piña, borrachos, majarete, entre otros. Y tienen a la venta los típicos frío-frío.
Horario: de lunes a sábados de 9:00 a.m. a 7:00 p.m. Contactos: 809-535-8042/809-532-4618. Dirección: calle Camila Henríquez Ureña #42, Mirador Norte. E-mail: [email protected]
CRIOLLISIMO
Este lugar, que desde que entras, bien podrías olvidarte de que estás en plena ciudad y hacer de cuenta que estás en una cabaña en medio de montañas y que aparte es aquella casita a la que entraron Hansel y Gretel, llena de un mundo de golosinas. No es sólo una tienda de dulces, es, como lo dice su propietaria Rosario Rodríguez, es “un rincón de recuerdos, una dulcería de sentimientos”. No es mentira, entrar es creer que has regresado a casa de la abuela, y sentarte a hablar con su dueña mientras pruebas un cóctel de leche, o los de tamarindo que fueron mis preferidos, es sentir que de verdad estás allí.
Criollísimo abrió sus puertas hace ocho años, cuando Rosario sintió la necesidad de crear un lugar en donde el dulce criollo tuviera una presentación más atractiva, más gourmet. Sus dulces son elaborados por ellos en un 95% y son empacados en artesanía local como güiras, tamboras, higüero, limpiabotas, paleteras, carretas, bateas, casas típicas, entre otros. Aunque ofrecen toda variedad de dulces, entre los que se encuentran los poco conocidos de carambola o jagua en almíbar, lo cierto es que los más buscados son los churumbeles (coco bañado con caramelo) y los cócteles de leche, pequeños dulces de leche rellenos de guayaba, ajonjolí, los de tamarindo y los de jalao. Además, adaptan las paletas criollas con el tema: niños, madres, San Valentín, Navidad. También tienen un carrito de frío-frío que pueden alquilar para actividades.
Horario: de lunes a sábados de 9:00 a.m. a 7:00 p.m. Contactos: 809-566-0287/809-565-3988. Dirección: calle Nicolás Ureña de Mendoza 54, Los Prados. E-mail: [email protected]
DETALLES TÍPICOS EL GIRASOL
Aunque el espacio lleva cinco años abierto pero bajo otro nombre, la nueva administración e imagen tiene aproximadamente un año. Aquí puedes encontrar dulces como el de leche cortada, naranja, piña en almíbar, ají morrón, cajuil, jalao, raspadura, turrón de maní, las paletas del Chavo en diversos tamaños, cocada y los churumbeles, también conocidos como caquitos de bomberos o memelo.
Horario: de lunes a sábado de 9:00 a.m. a 8:00 p.m. Contactos: 809-368-2323 Dirección: Av. Winston Churchill, Plaza Las Américas II. E-mail: [email protected].
LA CASA DE LOS DULCES
Este negocio es como el abuelo de todos los demás, es un emblema en la Zona Colonial, casi parte de sus ruinas, pero no siempre fue una dulcería. Su historia comienza como un colmado llamado Casa Varela, en el que su dueño, banilejo, también vendía dulces de su tierra. Luego pasó por dos manos más antes de llegar a las de su actual propietario durante 39 años, Juan Castillo.
Hoy, La casa de los dulces cuenta con más de 70 años en la Arzobispo Meriño y trae dulces de todas partes del país. De acuerdo con sus empleados, los más buscados siempre serán los banilejos, en especial el de coco tierno y el húngaro de Paya, aunque el dulce de doña Tula no se queda atrás.
Horario: de lunes a sábados de 7:00 a.m. a 9:00 p.m. y domingos de 8:00 a.m. a 1:00 p.m. Contactos: 809-685-0785 Dirección: calle Emiliano Tejera, esquina Arzobispo Meriño.