Una feroz tiranía

En su ambiciosa política de apertura diplomática, en su último mandato el presidente Leonel Fernández estableció relaciones con la República de Guinea Ecuatorial. Allí gobierna Teodoro Obiang, uno de los dictadores más crueles y corruptos…

En su ambiciosa política de apertura diplomática, en su último mandato el presidente Leonel Fernández estableció relaciones con la República de Guinea Ecuatorial. Allí gobierna Teodoro Obiang, uno de los dictadores más crueles y corruptos que haya existido jamás. Ese hombre encabeza una sangrienta tiranía de treinta años, nacida de un golpe militar contra un tío suyo, otro infame asesino, a quien hizo matar.

A pesar de su riqueza petrolera, los habitantes de esa ex colonia española africana figuran entre los más pobres del mundo, mientras Obiang y el clan gobernante poseen en el exterior varias de las más grandes fortunas conocidas, habiéndose apropiado además por medios ilegítimos de cuantas propiedades particulares han querido. Amnistía Internacional ha calificado a la tiranía de Obiang como una de las peores y más oscuras de la historia del continente africano.

En ocasión de una visita de funcionarios dominicanos a ese país, durante la administración Fernández, El Nacional publicó una fotografía de esos delegados muy sonrientes y orgullosos de saludar a esa bestia. Entonces escribí que está bien que en este mundo globalizado las naciones como la nuestra necesiten expandir sus fronteras comerciales y diplomáticas. Pero aún dentro de esas circunstancias y las realidades que la determinan, la política exterior de un país que se respete debe estar erigida sobre bases morales, como mandan los valores democráticos y el derecho de todas las naciones a disfrutar gobiernos respetuosos de los derechos humanos y las demás libertades ciudadanas, dije entonces en esta columna.

La visita de la delegación a Obiang tenía el propósito de ayudarle a capacitar jóvenes para impulsar allí el turismo, de manera que de esa forma nos hacemos cómplices de sus atrocidades. El sólo ver entonces que pudiéramos codearnos y cooperar con un tirano de la peor ralea, me llenó de vergüenza.

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