Puede que la mejor abstracción que se haya hecho sobre el tema bíblico de la Santa Cena, la “Última Cena” de Da Vinci, la haya hecho Patricia Castillo (Patutus). Sí, aunque le suene raro a quienes mantienen la mentalidad colonial de que en la periferia del mundo no se hace nada, y que sólo en Italia, España, Francia o las grandes naciones pueden hacer gran arte. Esa madeja colonialista la deshila Patutus y la vuelve a hilar con su impresionante Última Cena. Con hilos y telas Patricia Castillo hace honor a su herencia artística, ya que es pariente de José Vela Zanetti. Su abuelo paterno José Llaca Vela era primo del artista de Milagros.
La Instalación como forma de expresión contemporánea no puede estar mejor representada que con esta artista de excepcionales interpretaciones sobre la idea de la contemporaneidad en el arte. Lo real, lo imaginario y lo simbólico de Lacan se hilvanan perfectamente en el conjunto de la obra de Patutus. Lo consigue con sus elementos anudados en hilos de colores de luminiscencia persistente y de origen químico; de cuerpos de hilos que emiten luz con elevación de temperatura estética, o los hilos negros que tejen su Última Cena.
Lo simbólico pasa a tomar lugar determinante en la estructura que ocupa lo real de sus composiciones en hilo. Nos hace repensar las ideas que las intrascendentes y muchas “instalaciones” de los últimos tiempos habían dejado fuera de contexto, foco y arte. Patutus eleva el sentido de “Instalación”, tan banalizado en manos de tantos titiriteros del arte que se han apropiado de las salas de exhibiciones. Estamos ante una gran artista dominicana que merece mejor escenario que la pequeña geografía caribeña que gravita rotando sobre su cabeza. Abstraer esculpiendo con hilos, madejas y telas “La Última Cena” no sólo es dificilísimo, sino retador, porque es exponerse a los religiosos fundamentalistas y, sobre todo, exponerse a los críticos y a los muchos artistas fundamentalistas. La figura de Cristo tal como aparece es de forma triangular y está estrechamente integrada con las líneas de la arquitectura creada por Patutus. No podía haber una forma más apropiada: el triángulo es la más sencilla, la más estable y, sin embargo, la más culminante de las formas geométricas. Este triángulo, como declaración final, lógica y armoniosa, es perfecta en su propuesta.
La composición en arte se puede manifestar en la expresión, en la narración, en la estructura o combinación de colores. Patricia Castillo reúne todos esos elementos con una forma de expresión suya, muy propia, y a la que no estábamos acostumbrados para darnos nuevas ideas de las posibilidades del arte cuando se trabaja minuciosamente.