La vida ya puso el color, el tono lo eliges tú
Por: Briant Taveras, psicólogo
Ser padres es como una cita a ciegas con amor anticipado, una inyección de felicidad, pasión y esperanza que, como un rascacielos interminable, necesita de una base fuerte, una base: realista, de optimismo real, de conductas autorreguladas, con metas fijas que incidan en el futuro, pero que no lo dibujen en piedra. La llegada de un nuevo miembro a la familia es un hito; se espera como hermoso torbellino de transformación. Pero, ¿cuántas rutinas cambia? ¿Cuántos futuros pintados en piedra rompe? ¿Hacia dónde es la transición?
Un nuevo miembro con marcadas diferencias, neurodiverso o con necesidades especiales, representa, sin duda alguna, una transición extraordinaria. La resistencia se hace presente, se siente el paralizante frío oprimiendo el pecho, se desmorona la roca donde pintamos el futuro de aquel niño que nació con deudas, las deudas a una familia que, mientras lo esperaba, le prestó talentos e historias imaginarias. Ser padres de un niño con Autismo o con cualquier condición del neurodesarrollo, significa asumir una nueva realidad, abrazar los cambios y abandonar el bosquejo del retoño perfecto. La resistencia es la lucha natural del ego; abrazar los cambios sin perder tu esencia, es sinónimo de éxito. En esta nueva realidad, puedes perder el hijo que inventaste para amar al de verdad, tienes la oportunidad, y el deber, de cambiar toda tu vida, para darle un poquito de tu norma y, recibir una nueva forma de ver y vivir la vida. Porque donde muchos ven discapacidad, hay un universo de competencias únicas.
Al inicio, las piezas de un hogar neurodiverso pueden presentar tendencia al caos. Los roles mutan, las tareas se multiplican y el rigor de cada paso a dar gesta una ansiedad profunda. Empiezan las rutinas confusas, la negación del diagnóstico, los gastos inesperados, los signos de alarma; aparece la generación que nada entiende, otra que todo lo defiende, y en el centro usted, esperando la vara mágica, la que podría traer a su casa esa enfermedad llamada “normalidad”. Las piezas de un hogar emocionalmente sano son las mismas en cualquier plano: tienen estructura para evitar el caos, red de apoyo para descansar el alma, comunicación para una misma sintonía y un mismo sentir, que los convierte en un muro de piedra. Las piezas de un hogar neurodiverso son las mismas que las de cualquier hogar, si quitamos las barreras de la incapacidad.
El autismo no es una enfermedad, pero muchas veces nos enferma de incertidumbre, con altas fiebres de tristeza. Empezaste siendo padre, ahora eres abogado, co-terapeuta, instructor en casa; empezaste siendo madre, ahora eres maestra sombra, experta en alimentación, vigilante del sueño. Empezaron siendo solo padres, ahora son más de lo que nunca imaginaron, por un amor que nadie entiende: amor azul, el color del Trastorno del Espectro Autista.
Si eres una familia azul, ya la vida eligió el color, pero tú puedes elegir el tono. Te invito a que seas azul valiente, azul empoderado, azul consciente, azul que apoya, azul que aprende, azul fuerte o, como yo prefiero, Azul Turquesa.