La división de los partidos en nada contribuiría a mejorar la situación del país. Por el contrario, sería muy negativo para el proceso electoral. En los próximos comicios estarán en juego más de cuatro mil posiciones electorales, incluyendo las del Poder Ejecutivo, en una sola jornada de votación. Si los partidos se dividen o no logran resolver sus diferencias internas el panorama sería mucho más complejo y complicado, con un balance difícil de calcular.
Por esa y otras razones, la situación planteada por el expresidente Leonel Fernández, poniendo al borde de un rompimiento la unidad en el partido gobernante al rebelarse contra una decisión del Comité Político del PLD, su máximo organismo ejecutivo, más la división que fraccionó al principal partido de oposición a raíz de las elecciones pasadas, puede derivar en un clima de confrontación política de alto riesgo para la estabilidad que requiere un proceso diáfano que sea garante de los derechos de todos los actores del proceso. Fernández se ha opuesto a la reforma de un artículo de la Constitución planteada por su partido para permitirle al presidente Danilo Medina optar por un segundo mandato consecutivo. La aprobación de esa reforma en nada perjudicaría a Fernández, pues le permitiría medir su liderazgo con el del jefe del Estado en unas primarias para decidir la candidatura.
Su desafío a la directriz asumida por el partido que él preside exigiendo la realización de un referendo como la vía idónea para llegar a la reforma, no responden, como alega, a cuestiones de principios ni tiene sentido su pretensión de convertirse en guardián de respeto a la Carta Magna, porque el procedimiento que él usó para reformar la constitución anterior y hacer una nueva, no incluyó lo que él ahora le exige a su propio partido. El caso es sencillo, Fernández no acepta que su ciclo como líder terminó. Y quiere forzar una situación de tranque para imponer su candidatura.