“Mientras las mujeres iban de camino, algunos de la guardia fueron a la ciudad y comunicaron a los sumos sacerdotes todo lo ocurrido. Estos se reunieron con los ancianos y acordaron en Consejo dar una fuerte suma de dinero a los soldados, advirtiéndoles: ‘Digan que sus discípulos fueron de noche y robaron su cuerpo mientras ustedes dormían’”. Mt. 28. 11-13. Corruptores y corrompidos, los hay para lograr poder, más dinero, triunfo o tronchar el triunfo de otros, comprar, hablar, callar… Veamos lo que hicieron los guardias que escucharon a las mujeres que vieron a Jesus resucitado: “tomaron el dinero e hicieron lo que les habían dicho”, y ese momento de corrupción cambió la visión de la historia de salvación para un grupo de la humanidad. La corrupción es más que un modo de vivir, es un pecado y no debe tener cabida en la fe cristiana.
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“A pesar de que conocían a Dios, no le rindieron honores ni le dieron gracias como corresponde. Al contrario, se perdieron en sus razonamientos y su conciencia cegada se convirtió en tinieblas”. Rom. 1, 21.
En las cosas de Dios, no todo tiene lógica razonable; no todo tiene explicación comprobable. Dios nos habla a través de su palabra. Jesús nos dejó una guía sobre cómo vivir la fe, honrar a Dios y buscar en paz espiritual el camino de salvación. Siempre será difícil abandonar la Ley del Talión y poner la otra mejilla, entender cómo con decir “levántate y anda”, alguien puede recuperarse; mucho menos asimilar que “con solo tocar su manto” una mujer quedar sana. No le busques la lógica, no la tiene, y si te vas detrás de ídolos humanos, nunca olvides que ellos son la máxima expresión de la imperfección y la miseria humana.
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“Al que da al pobre nada le faltará”. Pr. 28. 27
“Da y se te devolverá” este es un axioma infalible. Cuando damos recibimos; cuando ponemos el corazón en el bien hacer cosechamos buenas voluntades y bendiciones. Dar no es entregar a otro lo que despreciamos, no es transferir lo que nos sobra, no es un acto mecánico, frío.
Dar es entregar lo que aún apreciamos pero que sabemos que resolverá una real necesidad a alguien; dar entregar pensando en el otro; es servir, prodigar, tener misericordia.
A veces dar es sinónimo de amor, pero sobre todo es sinónimo de desinterés. No se da esperando recibir, esperando agradecimiento, no se da porque “hoy por ti y mañana por mí”.
Se da porque sí, se da simplemente pensando en el otro.
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“En paz me acuesto y en seguida me duermo, pues tú sólo, Señor, me das seguridad”. Sal. 4, 9.
Nada más placentero que dormir tranquilo sin sentimientos “auto destructores”: envidia, celos, resentimiento, ira, remordimiento, deseos de venganza, odio”. Jesús nos enseñó una nueva cultura: la cultura del amor y de la paz. Dios es paz y amor.
Pablo nos habla al respecto en sus cartas: sigamos lo que contribuye a la paz… que la paz de Dios gobierne nuestros corazones… sigue la justicia, la fe, el amor y la paz… siempre la paz.
Jesús en sus mensajes busca hacernos reflexionar sobre nuestros pecados, de modo que lleguemos a la necesidad de encontrar la paz en su palabra. Buscar de Dios nos hace vivir confiados, reconciliarnos con Él, con nuestros hermanos y con nuestra conciencia, nos permite dormir en paz.
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“El que empuña el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”. Lc. 9. 62.
Si nos detenemos en las traducciones de las palabras que usaba Jesús al hablar, sobre todo a sus discípulos, veremos que no las disfrazaba. Era directo -incluso cuando hablaba en parábolas-; era severo y radical. Hoy no tenemos a Jesús de frente, físicamente, cuando le decimos “sí”. Quizás por eso tendemos a olvidar o “bajar la intensidad” de nuestro compromiso.
Sin embargo, el mismo Jesús a quien no podemos ver con nuestros ojos humanos, sigue ahí y nos exige, nos recuerda, nos reclama con la misma severidad, a través de los evangelios. Nos dice que al responder positivamente a su llamado debemos ser fieles a su palabra y a la nuestra y que nos deshagamos de los ruidos que nos distraen en la carrera de la fe.
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Las palabras del Señor a través del profeta Hageo, resuenan hoy día en nuestros oídos como las campanas que alertan.
Dice más adelante el profeta: “Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto”.
¿Les suena esta frase? Revisemos nuestro tiempo y el provecho que sacamos de él; nuestro dinero y el uso que le damos; nuestros proyectos y el seguimiento que les damos, nuestro trabajo y el empeño que ponemos.
Miremos a las personas que amamos, a nuestra familia, a nuestros verdaderos amigos ¿cómo los tratamos? ¿Qué tiempo les dedicamos? Ciertamente, debemos meditar en nuestros caminos.
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“No temas delante de ellos, porque yo estoy contigo para librarte”. Jeremías 1. 8.
Jeremías fue un profeta hebreo autor de uno de los libros de Antiguo Testamento. Fue un elegido de Dios para anunciar, advertir, exhortar y llamar a arrepentimiento incluso a reyes. Sufrió acusaciones y maltratos físicos y emocionales a causa de su misión.
Pero su entereza tenía un origen: Dios. Jeremías recibió un mandato de Dios para anunciar su Palabra. Como ser humano, tuvo miedos y aprehensiones, sin embargo Dios le dijo: “no temas”, dos palabras que encienden los motores del denuedo.
Cuando sintamos que se nos acaban las fuerzas o que tenemos poco talento para la misión de Dios recordemos: “no temas”, y más: “yo estoy contigo”. Dios no te tira al vacío.
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