La corrupción está hoy más que nunca en un plano intocable, inalcanzable. Para ejercer cualquier acción en su contra es imposible dirigirse a ella de forma directa. Todo es sutil, es aparente, es de una causalidad superior. La corrupción política de los últimos 20 años ha hecho de las instancias judiciales y de persecución del delito su escudo protector ante cualquier intento de pararles su accionar. La sombra no se genera directamente sino que la genera un cuerpo, una fuente de luz que la manifiesta en penumbras. La sombra es intocable en la instancia que correspondería; la justicia. No ataca su fuente de luz. Y esa fuente que la ilumina ha estado habitando en el Palacio Nacional. No es posible que los hechos de la Sun Land, Tucanos, Quirino, y ahora Odebrecht, entre muchos otros, hayan sucedido sin la sombra protectora del palacio de gobierno. Si no fuera así, sería peor, sería que quienes nos gobiernan no lo hacen, que otros no elegidos los controlan. Pero todos sabemos que aquí no se hace nada de envergadura sin el visto bueno de “la autoridad superior”.
Es teatro de sombras cuando los políticos, con artimañas, las usan tratando de aparentar lo que no son. Platón, en el mito de la caverna nos presentó la aparente realidad como un teatro de sombras, simulador de la realidad, pero que supone una simple referencia de la realidad escondida. La sombra política, entre lo real y lo ficticio, entre el ser y el no ser, es la imagen más palpable de la simulación, de aquello que trasciende la realidad, pero desde la oscuridad, el escondite de los ladrones en sus partidos políticos. Mientras, reparten cajas navideñas llenas de humillación. Información privilegiada, sobornos, tráfico de influencias, prevaricación, caciquismo, nepotismo, impunidad, narcotráfico, lavado, términos ya comunes en nuestros medios.
“El Gobierno, cuando sea requerido, dará toda la colaboración y las informaciones para que el Ministerio Público actúe en el caso”, dijo un alto funcionario del gobierno. Y otro “…que analiza las “breves referencias” sobre alegadas actividades ilegales de Odebrecht…” Sin embargo, el presidente del país dijo todo lo contrario en su toma de posesión “que bastaría el rumor púbico para que su gobierno persiga la corrupción.” Hoy no es sólo el rumor público, hoy son hechos contundentes, son expedientes en organismos de persecución de la corrupción de otros países los que nos muestran lo que aquí espera “ser requerido…” no quieren ver, mucho menos ser requeridos. ¿Necesita el gobierno que otro requiera hacer justicia aquí? ¿No es obligación de la Procuraduría perseguir el delito? Nos sentimos avasallados y rehenes de un grupo hecho corporación delictiva. Sin control, sin escrúpulos alguno.