Un hombre, un voto; Estado de Derecho; Igualdad; Libertad de prensa. Son los principios de la Ilustración que Occidente ha desarrollado a lo largo de los últimos siglos, y que ha defendido con uñas y dientes para preservarlos o para propagarlos. Pero la Democracia es ese oscuro objeto del deseo que a veces nubla la razón. Hoy casi todos nos autoproclamamos demócratas y antifascistas; pero entendiendo que el que no acepta lo que yo diga es fascista. Y así no vale.
El ideal democrático griego no tiene nada que ver con lo que entendemos hoy.
Basta recordar que los griegos veían la esclavitud como algo normal, y que el derecho al voto estaba reservado para hombres libres; hombres, no mujeres.
El uso de referéndums se ha puesto de moda últimamente. Pero el hacerlo sólo cuando se tiene la certeza de que saldrá a tu favor, ya sea porque lo administras o porque has manipulado la opinión tergiversando historia y todo lo que haga falta. Son ejemplos recientes los de Putin con Crimea o de Arturo Mas con su minoría dominante en las provincias catalanas de España.
Este momento de la humanidad, una especie de era post-democrática marcada por la manipulación de conceptos como Libertad, Democracia, Elecciones Libres, Autodeterminación o Libre Albedrío nos deja los tristes ejemplos de Cuba con los hermanos Castro, el régimen de los Ayatolas o la parodia argentina. Ejemplos de que somos ilusos cuando insistimos en esos conceptos-valores. La realidad pura y dura es que nuestra especie, más que complicada es autodestructiva.
Si miramos en la realidad cubana, y que se quiere implantar en Venezuela, vemos lo que describió en 1949 Erick Blair, alias George Orwell, en su 1984; vemos la realidad comunista basada en tres pilares:
- La escasez. Innegable en ambos países.
- Una oligarquía partidaria imposible de desplazar. Un politburó y jerarcas militares enlapados al Poder.
- La manipulación del lenguaje, llevada directa a los sentimientos y con todo el aparato del Estado, sin ningún pudor, descaradamente. Ejemplo torpe es aquella frase de Maduro, que parafraseada era “…ellos han dividido al país en dos mitades, una mitad mayoritaria socialista y otra mitad minoritaria de fascistas.” Es el recurso de la mentira para justificar la miseria y la falta de libertades que sufren quienes no están en el aparato de gobierno, o sea, la mayoría.
Hay que volver a la novela 1984 y ver cómo con dolorosa premonición el concepto “Gran Hermano” creado por Orwell ha pasado al lenguaje común para identificar las técnicas modernas de vigilancia, y a los “predestinados”: Fidel, Chávez, o Stalin, grandes hermanos, pues de seguro son todos hijos de la misma cepa. l