Después de la invención de la fotografía, o sea la reproducción exacta de una escena, persona u objeto, los artistas visuales tuvieron que replantearse su arte. Ya la reproducción fidedigna no importaba tanto, el parecido se conseguía con lentes y productos químicos cada vez más baratos y sin gran esfuerzo. ¿Qué hacer ante tal intrusismo en la profesión de pintor o dibujante? Rediseñar la realidad, o más bien reinterpretar cómo el cerebro humano entiende esa realidad. Entonces comenzó la aparente distorsión en la pintura con desenfoques, desproporciones o abstracciones de los cuerpos y las cosas que hacían más rica la visualización de una obra de arte a como la veíamos antes. La fotografía liberó al artista y lo llevó a reinventar su arte. El cuestionarnos si el mundo en que vivimos es o no es una construcción mental dejó de ser sólo para los filósofos, Platón y sus arquetipos, ahora la sensibilidad, cultura y destrezas de un pintor podían transmitir esos cuestionamientos filosóficos básicos sólo con líneas o colores, y más recientemente sin líneas y hasta sin color.
La sofisticación visual a la que hemos llegado en estos tiempos conlleva la obligatoriedad de que los artistas trabajen más y más en la presentación de sus productos visuales. Pero esa sofisticación no significa que pierdan las herramientas y métodos básicos de su arte; no, sino que los redefinan y adecúen al salto vertiginoso que la óptica, la cibernética y la química han escalado. La absoluta belleza de un buen dibujo, carboncillo sobre papel, siempre será eso, absoluta belleza. El arte contemporáneo nos podría aportar más. Más que la dejadez, vagancia y lagunas culturales de los muchos que utilizan el término Contemporáneo para ocultar deficiencias técnicas y pobreza cultural. No es sólo la utilización de equipos o elementos nuevos en una composición; es una actitud con aptitudes; es una forma de ser.
Los Surrealistas bucearon en los abismos del inconsciente buscando repuestas, y con el arte creyeron encontrarlas. Decían que ellos no tenían una técnica nueva para hacer arte; sino que tenían una forma nueva de vivir que se traducía en una nueva forma de hacer, ver y entender el arte. Hoy, y ahora, estamos ante un mundo nuevo que requiere de nuevas mentalidades, de nuevos espíritus que entiendan y puedan expresar a través del arte ese nuevo mundo, esa nueva realidad, ese nuevo arte que nos definirá ante quienes estudien la historia del arte en el futuro. Tratar de alcanzar nuevas orillas y no quedarnos en una especie de espera abstracta. Encender la vela del trabajo por ambos extremos para tener más luz; aunque con ello nos podamos quedar a oscuras.