No sólo avanza la tecnología y las comodidades que ahora podamos tener en la casa, también lo ha hecho, y en gran manera, la forma de pensar de las mujeres. Mientras hace unos años la palabra “jamona” era parte habitual del vocabulario de una reunión entre amigas, hoy en día ese no es un tema que mortifique a muchas.
Hace algún tiempo, por no ponerlo muy lejos digamos que hace una generación (que sucede cada 10 años), los hombres podían casarse a la edad que les daba la gana y no eran mal vistos de ningún modo, mientras que la mujer empezaba un acelere desde que cumplía los 20, porque de lo contrario “se quedaría a vestir santos”. Esto ha dado un giro de casi 360 grados, lo cierto es que la profesión va ganando terreno y las féminas en vez de ansiarlo, cada vez van postergando más el matrimonio.
Pero, ¿a qué se debe que ya no les interese tanto casarse? Muchos son los factores que influyen y uno de ellos es que anteriormente la mujer no era tomada en cuenta en las áreas laborales, mientras que ahora está abriéndose camino en el mundo ejecutivo empresarial.
Otro de los factores es el temor a perder la independencia y verse limitadas a realizar sus actividades habituales con la mayor libertad, en especial cuando ya no se vive en casa de los padres. En ese sentido, la mujer ha aprendido a ser un poco más egoísta y celar mucho su individualidad, el hecho de saber que las reuniones entre amigas podrían verse afectadas o que en su círculo, los amigos tendrían que pasar por una rigurosa evaluación, no es una idea muy agradable.
Es común escuchar hoy en día “no me quiero casar, ellos siempre cambian”, es un temor que hasta grandes figuras externan y no se deslumbran por el cuento de hadas que viven en el momento. Tal es el caso de Shakira, quien durante su largo romance con Antonio de la Rúa expresó en más de una ocasión que no deseaba casarse ya que el matrimonio le asusta porque le “parece más romántico ser la novia eterna, que el hombre se esfuerce, que no se duerma en sus laureles”.
Las mujeres viajan, compran pisos, van al cine, al supermercado, al trabajo… y todo sin necesidad de que su vida gire alrededor de un hombre. Eso es lo que afirma el libro “Soltería: elección o circunstancia”, que intenta desgranar las razones por las cuales cada vez hay más número de mujeres solteras (que no solas) pululando por el mundo. Su autora, Maria Antonieta Barragán afirma que las mujeres son cada vez más exigentes en lo que se refiere a sus relaciones estables.
También influye el aspecto económico, en donde la mujer no quiere ver su presupuesto limitado a los planes que el hombre establece, aunque no tiene porqué ser así de ninguna manera. La idea de tener que informar en qué o cómo gasta su dinero comienza a no ser para nada atractiva.
El mejor ejemplo de esto es el de Julia Roberts, en la “Novia Fugitiva” o en la vida real sería Galilea Montijo, quien adoptó ese mote, por sus constantes compromisos sin llegar al altar, aunque finalmente el político mexicano Fernándo Reina Iglesias se convirtió en su Richard Gere.
El temor a algo nuevo, a que la vida se vuelva monótona, a que algo dañe el gran amor que se tienen, ese síndrome que sólo afectaba a los hombres, comienza a contagiar a la rama femenina también y es un mal que parece que seguirá expandiéndose sin que aparezca la cura. Y están aquellas que dentro de esa vida rutinaria, temen el no volver a sentir la sensación de romance, de estar con alguien que las encuentre irresistibles.
El matrimonio ha dejado de ser una exigencia vital en la vida de cualquier mujer, y el no hacerlo no las vuelve unas fracasadas o “fábrica de embutidos”, por el contrario, incluso aquellas que son madres solteras son muy respetadas y admiradas.