A veces suceden cosas en nuestras vidas que nos hacen sufrir tanto que pensamos que nunca más volverá la felicidad. Asímismo, otros momentos son tan felices que creemos que serán eternos. Cada vez que unos y otros se convierten en parte de nuestro pasado, nos damos cuenta de que nada es para siempre. Sin embargo, repetimos ese patrón una y otra vez. Siempre escuchamos decir que uno se acostumbra muy fácil a las cosas buenas, a lo que nos da tranquilidad, estabilidad y cierta felicidad, pero aquello que no nos es favorable queremos pasarlo pronto, verle el fin cuanto antes. Aunque cueste creerlo, debemos prestar mucha atención a nuestros buenos y malos momentos por igual. Cada uno nos deja un aprendizaje, cada uno contribuye a forjar nuestro carácter, a hacernos más fuertes, seguros y nos ayuda a prepararnos para enfrentar adversidades. Hace un tiempo a mí no había ese, o esa, que me dijera que todo cuanto nos pasa nos deja algo positivo. Parece increíble, pero es así, aun lo más triste que nos puede suceder. Creo que es verdad aquello de que se aprende a apreciar más lo hermoso de estar cerca de alguien, cuando ese alguien está lejos. Es verdad que sentimos dolor y frustración cuando pensamos que algunas cosas deberían pasar siempre, que deben ser más que la sorpresa de un domingo en la mañana, pero pensando así, no disfrutamos a plenitud ese momento que eternizamos en nuestra mente y nuestro corazón, ese rato que sabemos es parte ya de nuestra historia de vida, que forma parte de esos tesoros que nos pertenecen, que nada ni nadie nos podrá quitar jamás.
Lo mejor es poder disfrutar al máximo los momentos de felicidad, tener bien presente que solo son breves espacios de tiempo que llegan para rescatarnos de la tristeza y de la soledad, pero que como todo en la vida no son para siempre.
No siempre podemos tener todo lo que queremos, no siempre llegamos a tiempo a algunas citas que nos depara la vida. Confieso que no sé vivir hoy sin pensar en el mañana. Para mí, es fundamental pensar en el mañana, prepararme para el porvenir. No lo he intentado, pero no creo que pueda vivir el hoy y el ahora, sin importarme lo que vendrá. No obstante, prometo intentarlo