Cuando Irán designó en el 2012 ministro de Defensa a un prófugo de la justicia internacional, el mundo quedó pasmado. Se tata de Ahmad Vahidi, reclamado por la Interpol y la justicia argentina, acusado de planear y ejecutar el atentado en 1994 contra la sede en Buenos Aires de la Asociación Mutual Israelita Argentina, en que murieron 85 personas y más de 300 resultaron heridas. Cuando el parlamento de Teherán confirmó su nombramiento con 276 de los 286 votos, los diputados saludaron la decisión con dos gritos de consigna: “Muerte a Israel” y “Alá es el más grande”, según resaltó la prensa europea.
El gobierno de la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner protestó el nombramiento calificándolo como “una afrenta a las víctimas”. La reacción de Vahidi al repudio internacional quedó sellado con una frase patibularia: “Mi nombramiento es una bofetada decisiva a Israel”.
Los gobiernos iraníes han insistido en negar la existencia del Holocausto en el que más de seis millones de judíos fueron asesinados en los campos de concentración nazi durante la segunda guerra mundial. Las presiones de esa y otras naciones islamistas han forzado al gobierno británico a acomodar en sus textos toda referencia a ese genocidio para no ofender al islam, cuya influencia es cada vez mayor en el Reino Unido y el resto de Europa. Se calcula que la emigración musulmana en el viejo continente alcanza unos 80 millones, con una influencia tal que ha logrado modificar leyes en muchos países obligándoles además a aceptar costumbres y leyes religiosas contrarias a la cultura occidental y a la libertad de expresión y de cultos.
El nombramiento hace cuatro años de un criminal terrorista prófugo de la justicia internacional como Vahidi como ministro de defensa de un país que amenaza diariamente a Israel con exterminarlo, no le deja a la nación judía muchas alternativas.