En días pasados conversaba con una persona que aprecio mucho, alguien poco dado a los exabruptos, a la ira, a la cólera. Un ser humano consciente de su carácter, pero que suele tomarse las cosas con calma, de los que cuentan hasta más de diez antes de decir una palabra que haga sentir mal a la otra persona.
Quizás por esas cualidades poco comunes, le tengo tanto afecto y es una de esas personas con las que de vez en cuando me hago el tiempo para conversar, casi siempre de manera muy breve.
En una de esas conversaciones fue donde salió a relucir la incapacidad de muchas personas para reconocer el talento, las cualidades, la inteligencia y las virtudes de los demás. Afortunadamente, y aunque son muchos los incapaces de ver esas cualidades en los otros, también son muchos los que saben reconocer y estimular el talento de los demás.
Decimos que muchos deben celebrarse asimismo los triunfos, reconocerse, valorarse, saber cuando han hecho las cosas bien, cuando el producto es el resultado de su capacidad, de un excelente dominio de lo que está tratando y de su inteligencia para conseguir lo deseado. Todo esto sin llegar a la vanidad.
Otra cosa importante es ser autocríticos, tener claro aquellas cosas en las que somos buenos y en las que no lo somos tanto. Muchas veces, recibimos elogios por cualquier tontería, simplemente porque quien nos elogia quiere obtener algo de nosotros y es ahí donde debemos tener claro si el comentario obedece a la verdad o está movido por algún interés oculto.
Aunque al parecer este ejercicio está reservado para personas muy inteligentes, ya que el mediocre asumirá esos elogios, seguro de que son bien merecidos.
Es importante conceder a los demás el valor que tienen como persona y como profesional, pero ante todo, es vital hacer conciencia de lo que valemos y no permitirle a nadie que nos falte, por nada en el mundo. Por eso, si a algo estamos obligados en la vida es a valorarnos y respetarnos a nosotros mismos, sin llegar a la vanidad de creernos más que nadie, pero muy por sobre todas las cosas, jamás sentirnos menos que nadie.