A unque parezca mentira, en este mundo donde la falta de honestidad y sinceridad afecta un por ciento elevadísimo de la población, todavía existen personas que piensan más en el bienestar de otros, que en el propio.
No me refiero a las madres y a los padres, para quienes la felicidad y estabilidad de sus hijos se convierte en la principal razón de ser, luchar y trabajar cada día. “Darles lo que no tuvimos. Ayudarlos a alcanzar sus metas.
Protegerlos de los peligros de los que no me cuidaron a mí”, son solo algunas frases que uno escucha decir a los padres, al hablar de sus hijos. Es por esto que amar y llegar al más grande de los sacrificios por un hijo, es algo normal, lo sorprendente sería lo contrario.
Conozco personas que por sus hermanos y amigos son capaces de cualquier cosa, los protegen y aunque alguna situación no les agrada, la soportan en silencio si llegan a pensar que quejarse podría causar algún malestar a aquellos a quien quieren.
Es en la relación de pareja donde no es frecuente encontrarse con alguien que sea capaz de sacrificar su propia felicidad, si fuera necesario, por la felicidad de la persona amada. Lamentablemente, esto se debe a que no todas las relaciones están basadas en el verdadero amor.
Atracción, diversión, en fin, muchas razones hacen que dos personas se vinculen sexualmente, otras muy distintas las vincula sentimentalmente. Una vez escuché a alguien decir que muchas señales le habían demostrado que estaba frente al hombre indicado. Muchas de estas cosas siempre se las expresaba, pero la más fuertes se las callaba y pensaba callarlas por siempre, aun después de que su historia quedara en el pasado.
Su expresión me llamó mucho la atención y me acerqué a preguntarle, cuál era esa razón por la que estaba tan segura de que ese caballero era el gran amor de su vida. Me miró fijamente a los ojos, y me dijo: “En realidad son tres razones.
Lo sé, porque es la única vez en mi vida que me he sentido la persona más feliz del mundo, al darme cuenta que mi presencia, mi cercanía, mis caricias y besos, hacen tan feliz a otra persona.
Porque en mi interior puede estarse acabando el mundo y si él llega, la alegría de verlo hace olvidar todo lo demás y…”. Calló un instante, sonrió y luego me dijo: “Ya te dije dos de las más importantes, pero si te digo la tercera, estaría revelando un secreto y rompiendo la promesa de callarlo”. l