La organización productiva de los proyectos cinematográficos dominicanos y su relación burocrática con la ley de cine, dan un dudoso resultado en lo que concierne a las adaptaciones literarias. Las mismas no se modulan dentro de un esquema que articule una manifestación concreta de las películas basadas en expresos hechos históricos, de identidad nacional o cultural que responda a un proyecto político-ideológico y mucho menos de alguna importancia social.
En una incipiente cinematografía como la dominicana, que peregrina en experimentos para consolidarse como una industria creativa se le hace urgente buscar y encontrar suficientes elementos que le puedan dar características estéticas transformadoras. Pero la realidad que golpea es la de un vaivén entre afinidad histórica y esnobismo del momento. Es decir, que películas como Biodegradable y Flor de Azúcar no representan necesariamente un efecto de alguna política cultural, es decir, que en el caso de Biodegradable que es la adaptación de una novela (Una rosa en el quinto infierno, William Mejía), los amagos del Estado dominicano para una política cultural dirigida al cine se enfriaron con un concurso de guiones donde este ganó en una adaptación de Jorge Luis Núñez. Era un muy buen proyecto para empezar algún camino digno que represente claras identidades nacionales; con Flor de Azúcar, que es basada o inspirada en el cuento de Juan Bosch, La Nochebuena de Encarnación Mendoza, hay mayores signos de historicidad y expresividad dominicanistas, pero los resultados se alejan muchísimo de los significantes sociales contenidos en el cuento.
Actualmente se realiza una adaptación al cine de una novela de Andrés L. Mateo, La Otra Penélope, en las manos de Bladimir Abud, ganadora del Premio Nacional de Literatura en 1985. Es una película de época que tiene mucho que ver con la resistencia que caracterizó el mandato de Joaquín Balaguer. Sería extemporáneo cualquier referencia crítica hasta que no veamos los resultados.
Lo que sí sabemos ya que de buenas obras literarias es muy difícil, y para algunos imposible, realizar buenas adaptaciones al cine, y en eso debemos mencionar al Harold Pinter, un dramaturgo, guionista, poeta, actor, director y activista político inglés, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2005. Su carrera como escritor se extendió por más de cincuenta años y fue uno de los más influyentes dramaturgos modernos británicos. Hacia sus propias adaptaciones y afirmaba que una adaptación de una obra literaria como de una novela de su autoría, por ejemplo, conlleva el mismo trabajo intelectual y todos los mismos afanes, “es como volver a escribir la novela, pero en un guión”, confesó.
La necesidad de montar un cuadro extenso y meticuloso a la hora de adaptar una obra literaria se inicia en investigaciones factuales (no emocionales) y un procedimiento analítico-interpretativo, precisamente para encontrar los elementos estéticos expresivos y narrativos del lenguaje cinematográfico. Un pensamiento analítico que pueda descubrir los elementos dialécticos de la obra literaria y su contracción en el cine. En suma, construir una unidad exegética de la obra literaria para crear la composición ajustada a los significantes y al imaginario popular.
La variación de los parámetros en la construcción de la obra literaria es similar a los de la obra cinematográfica. Escribir literatura, por ejemplo, una novela, se lleva puede llevar décadas, y a menos que caiga en manos de un maestro de la narrativa cinematográfica eso no es posible en cuestión de un par de años o de algunos meses. No va a salir ni igual, ni mejor, pero sí peor y hasta cualquerizada. Los ejemplos está ahí, a nuestra vista.
“La otra penélope”
Actualmente está en fase de rodaje con los roles protagónicos de Frank Perozo y Massiel Taveras. El elenco también lo integran Mariela Encarnación, Shalim Ortiz, Francisco Gattorno, Anthony Álvarez, Richard Douglas, Amaurys Pérez, Pachy Méndez, Ernesto Báez, Luis del Valle y Miguel Ángel Martínez, entre otros.