Sabemos que con fraude o sin fraude tendremos que mantener a cuerpo de Rey al Congreso Nacional, o sea, a cuchumil diputados y otros tantos senadores. Somos un pedazo de una islita. ¿Necesitamos a toda esa gente? Por supuesto que no. No hay necesidad de un cuerpo legislativo como el Senado. Un senador por provincia es duplicidad de cargos, que no de funciones, ya que los diputados representan perfectamente a los electores para la función de crear leyes. Nuestro país no tiene conflictos multiétnicos ni regionales para tener estructuras políticas como la del Senado.
Las leyes de transparencia y de ética sólo nos han servido para enterarnos, a posteriori, de las barbaridades que hacen con los recursos de que dispone ese barril de dispendios llamado Senado de la República con las subvenciones y las “ayudas humanitarias”. Repartiendo el dinero como limosnas en las formas más humillantes. Si ellos quieren regalar o dar limosnas que las paguen de sus bolsillos o de las arcas de su partido. ¿Cuánto nos ahorraríamos sin el Senado?
La reducción de tiempo para el traspaso de poderes después de elecciones, y la abolición del Senado, serían las carnadas perfectas para que modifiquemos la Constitución; porque hay que modificar la Constitución. Lo de la reelección o la nacionalidad hay que aclararlo de una vez por todas. No podemos seguir con esas historias cada cuatro años. Dos periodos de cinco años y nunca más sería lo perfecto, quien no ha hecho algo en esos dos períodos no lo hará ni en cien años.
No podemos seguir agrandando el Estado y endeudándonos hasta donde no podemos. La nómina pública se abulta oficial y extra oficialmente. Los partidos que nos han gobernado en los últimos 30 años son expertos en nominillas y barrilitos, ayudas para compañeritos y trucos de igual calaña, todo a cargo del Presupuesto Nacional. Se necesita urgentemente que se profundice en la racionalización de las estructuras públicas, que se simplifiquen procedimientos para ciudadanos y empresas, reduciendo trabas burocráticas y peajes para todo.
Hay que salir del barrilote del Senado, y de todas las tramposerías que se cuecen en ese antro que sólo ha sido utilizado por grupos de intereses para “cabildear”, más que para legislar. El Senado está lleno de gente que no se le ha visto otras vías de desempeño profesional más que el medrar alrededor del Presupuesto Nacional. Si se insiste en representación territorial hagamos lo que los taínos, con sus cacicazgos, y no pasarían de cinco caciques, en lugar de 32 barrilotes insaciables para tres cuartas partes de una islita. Estas últimas elecciones han dejado muy mal sabor de boca ¿Hasta cuándo aguantaremos esto?