Cuando se habla de San Pedro de Macorís, se piensa en peloteros de grandes ligas, guloyas, guavaberry, sin dejar de evocar los años de la pujante industria azucarera, cuando el silbato y el sonido de las maquinarias (muy rústicas en los primeros tiempos) y el afán de los trabajadores en plena molienda, rompía el silencio de sus madrugadas y elevaban en el aire una mezcla de olores en los cuales podía percibirse el dulzor de la producción azucarera de cada día.
Fue en San Pedro de Macorís donde comenzó el progreso de la República Dominicana y en donde por muchos años estaba concentrada la mayor actividad económica del país. En el año 1876 inició un crecimiento que parecía no tendría fin, con la construcción del Ingenio Angelina, toda una revolución para la época, que se convirtió en fuente de empleo para cientos de petromacorisanos.
Unos pocos años después y ante la demanda de azúcar, tanto para suplir el mercado local como el creciente mercado internacional, abre sus puertas, en el año 1879, el Ingenio Porvenir. En el año 1880, sonó el silbato en el Ingenio Santa Fe, en 1881, en el Ingenio Consuelo y en 1882 vieron la luz los ingenios Cristóbal Colón y Puerto Rico y en 1892, el Ingenio Quisqueya. Pero ante todo, y a pesar del tiempo, el pueblo petromacorisano es una comunidad cristiana y firme en sus creencias. Un pueblo que baila en la calle su alegría y que vive a plenitud su religiosidad y para ello cuenta con una de las iglesias más hermosas que puede albergar la feligresía. Se trata de la Catedral San Pedro Apóstol, cuya construcción en hormigón se remonta a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. La monumental edificación fue inaugurada en 1997, unos 95 años después de iniciada su construcción, la cual comenzó en el año 1902.
Una expresión cultural por excelencia, es la que representan alegres hombres y mujeres que ataviados en sus coloridos y vistosos trajes, cantan y bailan al son de la música y atraen a su encuentro a visitantes y extranjeros.
Ese grupo que comenzó su andar un día cualquiera, son los Guloyas de San Pedro de Macorís, los cuales forman parte de la cultura y de la historia dominicana y que a su vez fueron declarados patrimonio cultural de la humanidad.
El origen de estos enmascarados se remonta a décadas antes, en los descendientes de negros cocolos que inmigraron a la ciudad de San Pedro de Macorís procedentes de las islas británicas del Caribe. Todas sus representaciones son aplaudidas y la gente las sigue con atención, pero es la representación de la historia bíblica de David y Goliat, la más importante y representativa. Son los Guloyas la principal atracción del carnaval de la ciudad de San Pedro de Macorís y en los últimos años, podría decirse que del Carnaval dominicano.
Un espectáculo ofrecido por los Guloyas en cualquier lugar sobresaldrá por las diversas y variadas danzas, la más famosa es aquella en la cual levantan la rodilla y dejan caer la pierna hasta el piso. Quienes presencian sus actuaciones quedan maravillados cuando los ven tejer cintas de colores, caminar y bailar sobre zancos, acompañados de música folklórica donde sobresale la influencia de la música africana y los instrumentos musicales como la flauta y la tambora.
Con el auge que ha alcanzado en el país el carnaval vegano, diversos grupos acuden en representación de sus provincias, por eso, cada 27 de febrero, la representación de San Pedro de Macorís la ostentan los Guloyas y al concluir su participación en La Vega, a su regreso a la provincia, bailan por todas las calles de San Pedro de Macorís y la gente los recibe y acompaña en todo su recorrido.
Su arte ha traspasado las fronteras de su San pedro de Macorís, ya que artistas como el cantautor Juan Luis Guerra, en el video de la canción “A pedir mi mano” ha integrado a este grupo cultural y
folklórico en la realización de su video clip.
Una de las características más sobresalientes del grupo de los Guloyas es su vestimenta, donde se destaca la cabeza decorada con largas y coloridas plumas de pavo real, sus trajes son complementados por capas de colores vivos, coloridas piedras y espejos, detalles que imprimen alegría y dinamismo a su representación.
Por diversas razones, San Pedro de Macorís ha ganado diferentes denominaciones como: La Ciudad de los Bellos Atardeceres, la Tacita de Oro, Mosquitisol y el más sobresaliente de todos: La Sultana del Este. Entre sus virtudes se destaca la fructífera cosecha de jugadores de béisbol, que a través de todos los tiempos han formado parte de los más famosos equipos de Grandes Ligas, los paisajes, el malecón, que hoy lucha por sobrevivir al abandono, la expresión culinaria más emblemática de la zona: los pasteles en hoja y por su puesto, su religiosidad.
María Elena Astacio, asistente del párroco, explica que la catedral ofrece misa todos los días a las siete de noche, con excepción de los lunes y los domingos en horario de la mañana. Informó que imparten catequesis, cada sábado en la tarde, a niños de siete a 15 años de edad.
Creada por la bula “Veritatem Lucem”
En la página de la Diócesis de San Pedro de Macorís se explica que: por varios años se preparó la diócesis como resultado de un plan aprobado en el año 1975 por la Conferencia del Episcopado Dominicano, según el cual se pedía a la Santa Sede la creación de una nueva Diócesis en la Región Este que se desmembrase de la Arquidiócesis de Santo Domingo y de la Diócesis de Higüey. La Santa Sede aprobó el plan y la constituyó, nombrando como su primer obispo a Mons.
Francisco Ozoria Acosta, quien se desempeñaba como Vicario de Pastoral de la Diócesis de San Francisco de Macorís y Párroco de la Parroquia Santísima Trinidad (Nagua). Creada mediante la bula “Veritatem Lucem” del 1ro. de febrero de 1997 del Papa Juan Pablo II, con territorio que antes pertenecía a la Arquidiócesis de Santo Domingo y a la Diócesis Ntra. Sra. de la Altagracia (Higüey).