Lo del ajuste periódico de los salarios mínimos es la de nunca acabar. Se trata de una lucha que a lo más que llega es a compensar el poder de compra perdido en el período que transcurrió entre el último incremento y el presente. El resultado ha sido salarios mínimos reales estancados, salarios medios reales declinantes y pobreza persistente.
El salario mínimo real, es decir, el poder de compra del salario mínimo, ha declinado significativamente a lo largo de las últimas décadas. Con el vigente en 2014 apenas se podía comprar un 60% de lo que se podía adquirir en 1968, y en los últimos 15 años se ha mantenido virtualmente estancado. Esta estimación considera los que operan para empresas grandes, medianas, pequeñas y de zonas francas.
El caso más dramático es el del sector público, el cual aunque tiene otras funciones como marcar las pensiones mínimas y máximas, debería servir de guía de la trayectoria de largo plazo de los salarios mínimos. Es el más bajo de todos, apenas RD$5,177.50, equivalente al 45% del vigente para empresas grandes (en 2000 era el 57%), y su poder de compra en 2014 era de apenas el 35% del de 1968, y menos de un 90% del de 2000. En diciembre de 2014, ese salario sólo compraba el 41% de la canasta familiar del 20% más pobre de la población, y era menos del 1% del salario de algunos funcionarios de la administración pública.
Pero no sólo son los salarios mínimos los que se han mantenido estancados. Los salarios medios, es decir, el promedio de todos los salarios, también lo han hecho. En 2014, la remuneración laboral media por hora trabajada en el sector formal apenas alcanzaba para comprar el 74% de lo que compraba en el año 2000, y en el sector informal fue casi igual. Y esta evolución no es muy diferente entre quienes ganan “mucho” y quienes ganan “poco”. Para el 20% de los que reciben remuneraciones laborales más elevadas, el poder de compra de su salario se ha reducido entre 30% y 32% a lo largo de los últimos 15 años. Para el 20% de los que ganan menos la reducción ha sido entre 23% y 25%.
Eso significa que todos los que ganan salarios y reciben remuneraciones laborales por actividades informales ganan menos hoy de lo que ganaban en el año 2000. Ni siquiera los de mayores salarios se han salvado de la erosión gradual de su poder de compra.
Ello indica claramente que los beneficios del crecimiento no han ido a parar a menos ni siquiera de los perceptores de salarios elevados, y apunta que la lucha distributiva ha beneficiado extraordinariamente a los perceptores de ganancias.
Las pugnas recientes con respecto al ajuste del salario mínimo es una historia repetida, y lo que promete, en el mejor de los casos, es más de lo mismo. Es difícil evitar percibir como una acción para entorpecer y limitar el ajuste salarial, la demanda de discutir los criterios para una reclasificación de las empresas sujetas a salarios mínimos, especialmente porque el tema ha estado sobre la mesa desde hace mucho tiempo. Sin embargo, la reclasificación podría ser parte del proceso siempre que se garantice que, después de la reclasificación, todo el mundo reciba un incremento mínimo en algún porcentaje acordado. El trabajo no es una mercancía cualquiera porque su precio está vinculado a la dignidad humana y a su capacidad de reproducción. Los aumentos sostenidos a largo plazo de los salarios reales no se decretan y dependen mucho de la productividad, lo que a su vez depende de la inversión, y de la velocidad del cambio tecnológico y de la demanda. Pero los salarios mínimos tienen la importante función de contener una depresión intolerable de las remuneraciones, pueden contribuir a reducir la inequidad y la erosión de la cohesión social, y con sus impulsos de corto plazo pero consecutivos, deberían contribuir al aumento general de salarios.
Para no seguir en esta insensata dinámica en el Comité Nacional de Salarios, debería haber ajustes automáticos periódicos mínimos, y los salarios del sector público deberían jugar cada vez más una función de señalizar niveles y aumentos para el resto de la economía. Para ello, el sector público no debe seguir sentándose en las gradas, indiferente. Le corresponde un papel de liderazgo para proteger a los más débiles, para empujar por lo deseable y para contener insensateces.