Los que conocen a Roberto Rosario desde sus tiempos universitarios confirman la rectitud en el apego a sus convicciones, pero también afirman que escuchaba, escuchaba y escuchaba a sus contradictores, y que era de los que sabía dar su brazo a torcer cuando le convencían de que estaba equivocado. Como presidente de la Junta Central Electoral, se puede asegurar que Roberto ha sido igual de recto y abierto a escuchar, lo que remarca la percepción de porqué el éxito le ha acompañado, tanto como miembro, presidente de la entonces Cámara Administrativa y desde la Presidencia del organismo, transitando por campo minado, lidiando con las contradicciones propias de los organismos colegiados con representación múltiple y viéndose con frecuencia de frente a las pasiones políticas, que en nuestro medio se desbordan inusualmente. Sus esfuerzos, junto a los del equipo que integran los demás miembros del Pleno y los funcionarios administrativos y de nivel técnico de la Junta, ya ofrendan visibles logros en la modernización y avances de los procesos comiciales, pero… (el pero de siempre), la afrenta del fanatismo, el complejo de Jalisco (que si pierde, arrebata), el fantasma del “me hicieron fraude” y el síndrome de no saber asimilar la derrota, se han hecho presentes en este tramo final de campaña, poniéndolo en el ojo del huracán. Como humano, sabemos que Rosario no ha de ser totalmente perfecto, y que ha de haber cometido, y seguirá cometiendo, errores, igual que todos sus pares, pero sería injusto no reconocerle su éxito por mezquindades de la política. Faltando poco para la gran y verdadera encuesta, no debería nadie, absolutamente nadie, tratar de entorpecer el cumplimiento de la carta de ruta para la culminación del proceso. Tenemos que prepararnos para asimilar la decisión de la gente, del pueblo que es soberano, aunque no sea la que aspiramos en términos particulares. …Y dejar de buscar excusas, y de presentar a Roberto como el patico feo. Recuerden: A las urnas se acude con dos posibilidades: ganar o perder…