La semana pasada publiqué un artículo bajo el título “¿Puntería presupuestaria o contabilidad conveniente?”. En éste llamaba la atención sobre las diferencias entre las cifras que ofrece el Banco Central sobre el monto del déficit del Gobierno Central en 2015 y las que acaba de ofrecer la Dirección General de Presupuesto (Digepres), diferencia nada despreciable y que alcanzó unos 16 mil millones de pesos o 0.4% del PIB.
También advertía sobre el hecho de que, de acuerdo a éstas últimas, el gasto, y en particular la inversión pública, se había disparado hacia final del año y con éste el déficit, al punto de que casi la mitad de todo el déficit del año se registró solamente en noviembre y diciembre. Se trata de un hecho anómalo, que motivó mis dudas sobre la robustez de los registros, en particular, sobre el espacio que la ley y las normas le podrían estar permitiendo a las autoridades para asentarlos a conveniencia, y/o sobre el proceso de la ejecución presupuestaria. Se trata de dudas absolutamente razonables y justificadas que ameritan un diálogo franco.
El colega y amigo Luis Reyes Santos, director general de la Digepres, escribió una respuesta publicada por este periódico el día de ayer martes. Califica mis argumentos como imprudentes e irrespetuosos con el trabajo de mis colegas. Lamento que mis cuestionamientos, los cuales iban dirigidos a los espacios que pueda estar proveyendo la normativa en materia de asiento de gastos y compromisos, y al aprovechamiento de éstos, sean tomados de esa manera. Nunca pasó por mi cabeza cuestionar la integridad de persona alguna, aunque puedo entender que las preguntas toquen algunos puntos sensibles.
Pero lo más importante es que explica que, efectivamente, el gasto fue contenido antes del último trimestre del año atendiendo a las dificultades presupuestarias experimentadas debido a una baja en las recaudaciones respecto a lo programado, y luego “soltado”, especialmente en noviembre y diciembre, cuando la situación fiscal para todo el año era más clara.
La explicación que ofreció el director de Digepres de lo que pasó es entendible. Sin embargo, contrario a lo que argumenta, es poco tranquilizadora por tres razones. Primero, porque supone una alta discrecionalidad en las decisiones de gasto, aunque hay que reconocer que la flexibilidad puede ser un valioso activo para responder a contingencias. Segundo, porque implicaría que por varios meses el gobierno estuvo “sentado” sobre una enorme cantidad de recursos líquidos, tan elevada que el propio director de Digepres admite haber tenido que apresurarse a gastarla o comprometerla en un cortísimo período de tiempo.
Tercero, porque las autoridades fiscales parecen haber hecho todos los cambios y haberse presentado ante el Congreso con los hechos cumplidos al presentar la propuesta de reformulación presupuestaria faltando días para el cierre del año.
Pero la cuestión no se limita a 2015. Los problemas en la consistencia de los datos sobre el déficit público del Gobierno Central que ofrecen el Banco Central y la Digepres se arrastran al menos desde 2013. Aunque las cifras del Banco Central son estimaciones, ofrecen otra mirada que permite confrontar los registros oficiales porque dan cuenta del financiamiento al gobierno. Si el financiamiento es positivo es porque hay un déficit, y el déficit debe ser igual al financiamiento neto recibido.
En ese sentido, entre 2013 y 2015 el Banco Central registra que, en promedio, el Gobierno Central ha sostenido un déficit y ha recibido financiamiento por un monto superior en más de 11 mil millones de pesos al monto que reconoce Digepres. Se trata de un déficit un 15% superior (en 2015 llegó a ser de 22%), lo que fue equivalente, en promedio, a 0.4% del PIB de cada año. El resultado de esto es que la deuda debió haber crecido más rápidamente de lo que explicaría el déficit reconocido oficialmente. Esa es una inconsistencia sistemática inaceptable y dice que alguna de las instituciones o ambas no dice o no conoce toda la verdad.
No hay ofensa en estos argumentos, sólo preocupaciones y un afán por esclarecer los hechos.