En su editorial del viernes titulado “Que nadie se atreva a jugar con la paz”, el Listín Diario advierte sobre el peligro que en la fase final de la campaña electoral, en la que nos encontramos, la lucha por el poder ceda al encanto de promover campañas sucias y violencia por aquellos que vean en ello la posibilidad de ganar espacio en el ánimo de los electores. La nota editorial es oportuna y constituye un llamado a la conciencia de los actores del drama político nacional.
El caso es que por encima de los cuatro mil y tantos puestos a disputarse en los comicios del 15 de mayo, lo que en verdad está en juego en este proceso es la paz misma de la República y la posibilidad de ir perfeccionando, paso a paso si se quiere, el sistema democrático, los órganos electorales y las instituciones que sirvan de apoyo a un libre y pacífico intercambio de ideas que hagan posible el desarrollo armónico de la sociedad, mejorando así las oportunidades de grandes núcleos de población que nacen, sufren y mueren sin oportunidad alguna. En un sistema democrático, las elecciones ofrecen el envidiable chance de escoger entre diferentes opciones de líderes conscientes sobre todo de su responsabilidad y la obligación que han asumido de respetar las normas de convivencia civilizada.
Las encuestas muestran una tendencia firme desde mediados del año pasado a favor de un candidato, el presidente Danilo Medina.
Esa realidad no significa el fin del mundo para quienes le disputan la presidencia y las ventajas que en este país el usufructo del poder conlleva. Muchas de las propuestas opositoras constituyen opciones que a la nación podrán hacerle falta en próximos procesos.
Ceder a la tentación de jugarlo todo en una partida de antemano perdida, implicaría un sacrificio inútil de muy alto costo personal y una pérdida sensible para la nación, necesitada de nuevos liderazgos para un futuro prometedor en el que tendrían roles relevantes. l