Las Navidades terminan con la celebración del Día de los Santos Reyes. Una fecha importante para los niños, sobre todo, para los que se han portado bien todo el año.Desde pequeña, la alegría con que esperaba a los tres barbudos mágicos, montados sobre sus camellos, luciendo sus trajes de colores brillantes y sus testas coronadas, no ha cambiado mucho, claro, guardando las diferencias y salvando el abismo que supone la inocencia de aquellos años en comparación con la conciencia que nos concede el pasar del tiempo.
Hoy, ver a mis hijas preocupadas por lo que dejarán debajo del árbol para cuando lleguen los Reyes y sus cansados camellos, me devuelve a mi infancia, como ellas, yo también procuraba dejarles galletas, leche y alguna fruta, así como yerba fresca y agua para sus camellos. Las veo y me veo otra vez escribiendo una larga lista de regalos, que estaba segura encontraría a la mañana del día seis, fecha reservada para el Día de Reyes. Hoy como ayer, siento que es lo justo recibir lo que entregamos.
En mi infancia aprendí a valorar las cosas, las acciones y las personas que en realidad tienen valor. En la niñez, quizás porque cuando pequeños creemos que con solo desear algo, lo alcanzamos, pensaba que nada era imposible.
Ahora sé que la generosidad de los padres hace que todo nos resulte mas sencillo y más que nada, cuando de cosas materiales se trata, en mi caso, unido esto, recibí amor y mimos a manos llenas. De niños no lo sabemos, pero todo aquello que tiene un valor metálico, por costoso que resulte, es fácil de conseguir cuando lo comparas con lo realmente importante. A un infante no le harás entender nunca el valor de una frase afectuosa, de un abrazo, un beso y un te quiero, aun cuando al recibirlos manifieste las mejores sensaciones. Hoy, como mujer adulta, no he perdido la ilusión de recibir aquello que anhelo y sueno.
La diferencia es que la madurez nos enseña que lo más bello y valioso no puede comprarse o venderse, no puede tocarse o mirarse, solo sentirse y decirse. Y siento que cada día que puedo sentir a mi alrededor esos intensos momentos de felicidad, el incomparable apoyo y soporte que nos brinda la compañía de quienes amamos, es cuando disfruto en grande mis propios días de Reyes.