Todos los años el Foro Económico Mundial que tiene lugar en Davos, Suiza, realiza un ranking de competitividad de los países. La República Dominicana perdió varios lugares en el ranking del 2011, así como la mayoría de los países latinoamericanos. Ocupamos la posición 110 de 142 países evaluados. Para la conformación de este ranking, se evalúan más de 100 variables o indicadores agrupados en 12 pilares de la competitividad.
Es sorprendente ver la variabilidad de los resultados según el indicador. La mejor posición lograda por el país fue la 34, en solidez del sistema bancario. Un reflejo de que cuando nos focalizamos sabemos ser buenos. Un sistema bancario sólido es un elemento importantísimo, como bien aprendimos duramente en el pasado, y más recientemente con la crisis económica mundial.
La peor posición fue la 142 en despilfarro del gasto público. En adición, ocupamos esa misma posición en la fiabilidad de los servicios de la policía. Complementando estos dos extremos se pueden apreciar claras agrupaciones en áreas donde somos relativamente exitosos y en otras donde definitivamente somos ineficientes.
Iniciemos por lo positivo. En transparencia de las políticas del gobierno, así como en la fortaleza de la protección a los inversionistas, estamos bien posicionados.
Un reflejo de nuestras convicciones, así como de la incidencia del DR-Cafta y de los múltiples años de acuerdos con el FMI. Estamos bien en la calidad de la infraestructura del transporte aéreo y en infraestructura portuaria. Como isla, dependientes del comercio exterior y del turismo, esto es alentador.
En adición, estamos muy bien posicionados en la cooperación de las relaciones empleador–trabajador y en la flexibilidad para determinar salarios, lo cual sumados con la protección a las inversiones, son elementos importantes para la atracción de inversión extranjera.
Sin embargo, somos deficientes en una serie de variables elementales. Estamos malparados en: desvío de fondos públicos, favoritismo de las decisiones de los funcionarios del gobierno, costos en las empresas por la delincuencia y la violencia, calidad del suministro eléctrico, ahorro nacional bruto y la calidad del sistema educativo.
Nos hemos preocupado por ser buenos proveedores de “hardware” para el sector privado y la inversión extranjera, contando con un marco jurídico que brinda seguridad.
En adición contamos con una envidiable paz social. Sin embargo, en términos del “software” que nos permita crecer en el futuro, tenemos deficiencias importantes. Aspectos como la educación y más recientemente la inseguridad ciudadana, así como la falta de rendimiento de cuentas de la cosa pública, definitivamente nos restan competitividad. En estas áreas son donde debemos concentrar nuestros esfuerzos y llamar la atención a nuestros políticos.
El autor es economista
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