Cada cierto tiempo, como si fuese una de esas modas que muere y revive, unos proponen modificar nuestro Código de Trabajo y otros, sin pensarlo dos veces, se oponen de inmediato. Desde la promulgación del Código de Trabajo en el año 1992, trabajadores y empleadores se han puesto de acuerdo en todo, menos en realizar cambios legislativos.
En este aspecto la desconfianza impera, en especial de parte de los trabajadores que temen que les vendan gato por liebre, y que en un descuido les disminuyan sus conquistas.
Pero cerrarse a los cambios en ocasiones perjudica más a los temerosos de los mismos que a quienes los promueven, sobre todo en una materia tan dinámica como el derecho laboral, donde el protagonista es el trabajador y su finalidad es tener un empleo que le permita vivir con dignidad. El derecho laboral, además, tiene como objetivo asegurar la estabilidad en el trabajo y la creación de fuentes de empleo.
Desde 1992 hasta la fecha el mundo laboral se ha transformado bastante, gracias especialmente al desarrollo de la tecnología y a la globalización. Por ejemplo, desde nuestro país llamamos de madrugada a una compañía de teléfonos, nos contesta alguien que trabaja en el extranjero, y esa persona nos transfiere la llamada a una tercera nación.
Otra modalidad interesante es la del outsourcing, que es cuando una empresa contrata para realizar una función que no es propia del negocio de la contratante. Eso lo vemos a menudo en el personal de seguridad y de limpieza de medianas y grandes corporaciones, cuyos trabajadores son parte de la nómina de compañías especializadas, las que asumen todos los compromisos laborales de ese personal.
No considero positivo mantener intacto nuestro Código de Trabajo, podemos modificarlo respetando importantes conquistas como son los derechos adquiridos (salario de Navidad y vacaciones) y las prestaciones laborales (desahucio y auxilio de cesantía), conjuntamente con logros como los tribunales especializados, la libertad sindical y el pago de las horas extras, para citar algunos.
Hay aspectos incluso que tal vez no sean conflictivos, como es el caso de la presencia de vocales en las audiencias laborales, sin los cuales el tribunal no está debidamente constituido. Estos vocales, aun con sus buenas intenciones, no cumplen su misión que es la de tratar de que las partes se pongan de acuerdo, representan un gasto para el Estado y su ausencia retrasa los procesos. También debemos tratar el tema de la jornada laboral, cuyo cambio no representa un perjuicio para los trabajadores.
Para que una legislación funcione, debe adaptarse a la realidad. Avancemos, que la falta de visión puede perjudicar lo que intentamos defender.