Los cristianos celebramos este mes el Adviento, en latín Adventus Redemptoris, la venida del Redentor.De acuerdo a la tradición, en las iglesias y en las casas se coloca una corona de rama de pino con cuatro velas. Cada vela tiene un significado: el amor, la paz, la tolerancia y la fe.
El Adviento es un tiempo de reflexión, de espera, de arrepentimiento y de perdón. Se ha perdido mucho de esto, que más que una tradición, es parte de la fe cristiana. Las fiestas y los regalos han sustituido la meditación.
Han sustituido el pensar que vivimos en un mundo lleno de diferencias, de odio, de guerras, de mentiras.
Mientras escribía estas líneas, me llegó una alerta del New York Times, de que un camión embistió un mercado de Navidad en Berlín, en lo que la policía alemana entiende fue un ataque deliberado. Minutos antes el enviado ruso en Turquía era asesinado en “nombre de Dios”.
Pero no tenemos que irnos a las noticias internacionales, a diario en nuestro país tenemos noticias de asaltos, de violencia intrafamiliar, etc.
Tenemos muchas cosas de las cuales sentirnos orgullosos de nuestro país. Nos clasifican como un país alegre; los organismos internacionales tienen nuestro crecimiento como ejemplo de Latinoamérica. En infraestructura es mucho lo que aventajamos a los países del área.
Sin embargo, tenemos muchas asignaturas pendientes. El embarazo en adolescentes es un problema real que nos debe llevar a pensar las causas. ¿Será la falta de educación?, consecuencia de ocupar el lugar setenta y dos de setenta y dos países encuestados por el programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes (PISA). ¿Será el resultado del hacinamiento y falta de viviendas decentes?
Mantenemos una discusión sobre el derecho a la vida. Nuestros legisladores han actuado apegados a ese santo deber. Me llama la atención que nadie protesta frente al derecho de proteger los animales, sin embargo, encontramos voces que respaldan el crimen de evitar que una criatura pueda venir a este mundo.
En cuanto a equilibrio y desarrollo, ocupamos un lugar preocupante. En salud, nuestra inversión tiene que ser mayor, ya que está entre las tres más bajas de Latinoamérica. En transparencia legislativa ocupamos uno de los peores lugares en la región y lo hemos visto en estos días donde un exlegislador se resiste a cumplir una sentencia del Tribunal Superior Administrativo y amenaza con derramar sangre.
Debemos cambiar la violencia, el odio y la venganza, por la paz que recomienda el Adviento.
La agresión en las calles, donde somos intolerantes, irrespetuosos frente a las leyes y autoridades; somos una masa humana que queremos pasar primero sin importar el derecho de los demás.
En las escuelas, los directores y profesores han perdido el respeto de los padres, que se interesan poco por la educación de sus hijos y pretenden dejar toda la responsabilidad a la escuela, olvidando que el hogar es el centro fundamental de la educación.
No renunciemos a lo que al Adviento nos dice: amor, paz, tolerancia, sólo así podremos trabajar para una sociedad más equilibrada y en orden. No es con el insulto, la calumnia, la mentira, el chantaje que lograremos resolver nuestras dificultades. No es escondiendo los problemas en hábiles campañas publicitarias para decir que todo está bien, cuando muchos de nuestros conciudadanos no tienen donde guarecerse o donde comer.
La Navidad debe ser una fiesta de paz. Una fiesta para compartir con los que no tienen nada, lo mucho que a otros nos sobra. Esta fecha no puede pasar inadvertida, debemos ser tolerantes, olvidar los odios y venganzas, es una buena oportunidad para promover el respeto a los demás, para recordar a nuestros mayores, para renovar nuestros valores, el liderazgo político. Recordar el respeto a la vida desde la concepción, cosechar buenas relaciones con nuestros vecinos.
Nuestros problemas no son culpa del Gobierno, no es culpa de nadie en específico y es culpa de todos. Es el afán por tener riquezas sin importar cómo, es el afán del lujo desmedido, el afán por las cosas fáciles.
Que esta Navidad traiga la luz de la paz, de la armonía, de la fe y de la esperanza; que todos podemos construir una sociedad mejor y más justa. Que el mejor regalo que puedas recibir, es de hacer a otros que no tienen nada, felices.
Quiero terminar este artículo con un mensaje que oí hace varios años y nunca me canso de leerlo en navidad, se titula “UNA VIDA SOLITARIA”.
“Nació en una oscura villa, hijo de una mujer campesina, creció en otra oscura villa, donde trabajó como taller de carpintería hasta que cumplió treinta años y la opinión pública se volvió contra él.
Nunca escribió un libro, nunca dirigió una oficina pública, nunca viajó más de doscientas millas desde el sitio en que nació. Nunca hizo cosas asociadas con grandeza, no tenía más credenciales que él mismo. Sus amigos lo dejaron solo. Uno de ellos lo negó y lo entregó a sus enemigos.
Sufrió todo tipo de burlas y un juicio donde se mofaron de él. Lo clavaron a una cruz entre dos ladrones. Mientras moría, sus ejecutores se rifaban su ropa, la única propiedad que tenía sobre la tierra.
Cuando murió fue enterrado en un sepulcro prestado, gracias a la pena de un amigo.
Veinte siglos han ido y venido y hoy Jesús es la figura central y líder del género humano.
Todos los ejércitos que han marchado, todas las naves que han navegado, todos los reinos que han reinado; puestos todos, juntos no han logrado tocar la vida del género humano sobre la tierra, tan poderosamente como esta vida solitaria: JESÚS”.
¡FELIZ NAVIDAD!