Mi eterna gratitud a todos quienes se han unido a mi dolor por el fallecimiento de la mayor de mis hijas, Victoria Margarita (Vicky) Hernández Pérez, ocurrido la semana pasada. A propósito, mi colega, gran y mejor amigo, casi hermano, Manuel A. Quiroz (Manolo), me escribió por email, recordando a Vicky con enternecedoras palabras. Comparto con mis lectores las líneas que Manolo dedica al recuerdo de mi hija. Lean ahí: “Para mí nunca fue Victoria, aunque en vida honró admirablemente ese nombre dándose a los demás con causas nobles, sin límite ni visión particularista, como dijo el sacerdote que ofició la misa de cuerpo presente en la funeraria; para mí siempre fue y será Vicky, la pequeña que iba a ver a su padre en la redacción de Última Hora, donde era recibida con amor y alegría por sus tíos, pues los amigos entrañables y compañeros de labores más cercanos de Leo éramos y somos sus hermanos, no de sangre pero sí de aprecio inconmovible e imperecedero. En su ternura y afabilidad proverbial y por sus mismos gestos y rasgos físicos siempre vi en ella reflejada la imagen y la nobleza de espíritu de sus progenitores. Como hija mayor, siempre mimada como si se tratara de una bebé, humildemente nunca le faltó apoyo para sus proyectos, pero ella misma fue la protagonista e impulsora de su futuro con el afán y temple de superarse y tener su independencia, aunque sabía que siempre contaría con un amor solidario y auténtico, no condicionado por el tiempo ni la edad. Al verla en el féretro le dije a Leo que me resistía a creer que a sus 29 años teníamos que asistir a la dolorosa partida de su primogénita, pues parecía dormida con su característico rostro apacible. Un pequeño juguetito plástico fue la tierna despedida tributada por su hijo, que queda huérfano de madre, pero jamás desamparado por una familia que atesora un cariño que no mengua y que está por encima de cualquier circunstancia mudadiza o episódica”.
De todo corazón, gracias del alma, a todos los que me han expresado su solidaridad. Nunca lo olvidaré…