Al escuchar la palabra reciclaje, de forma instantánea nuestra mente viaja hacia Al Gore en “An Inconvenient Truth”, pero esto no se trata de una causa ambientalista – aunque las apoyamos.
La falta de prospectos futuros nos hace mirar al pasado y recaer en situaciones que pensábamos habíamos superado. Reciclar se convierte en una opción atractiva porque el tiempo nos hace olvidar los problemas que causaron el rompimiento en primer lugar. Recuerda la frase “tiempo pasado siempre fue mejor”.
Según Abraham Lloyd, articulista de la sección de relaciones en la revista Marie Claire, algunas relaciones pasadas son como ese par de jeans que aunque no te sirven, o te hacen ver horrible, no puedes botar del clóset. Simplemente nos cuesta descartar del todo a esa persona de nuestras vidas.
Para evitar complicaciones existen dos tipos de reciclajes: casual y formal.
Casual
Mientras hacías el “stalkeo” de cada día en Facebook, recibes un mensaje por chat de una vieja “ficha” en tu vida amorosa. Entre guiños y emoticones quedan para salir y de repente te encuentras en pleno déjá vu. En este caso estás reciclando un momento pero, no una relación. El “gancho” del reciclaje casual reside en que ya existe una confianza, lo que facilita la interacción sin estrés. Cuidado, puedes terminar reciclando encuentros casuales que no tienen futuro tratando de llenar un vacío emocional en tu vida.
Formal
Este tipo de reciclaje viene con una mayor responsabilidad y riesgo, ya que se trata de darle una segunda oportunidad a una relación, de restaurar la confianza en una persona. Es vital identificar la razón por la que se separaron y determinar si la situación o comportamiento se ha resuelto, afirma Fernando Mareira, antropólogo y autor del ensayo los cuatro componentes de la relación de pareja.
Hay que recordar que el reciclaje es definido como el tratamiento dado a la basura para obtener un nuevo producto.
Por ende, la decisión de rescatar fantasmas del pasado e insertarlos en tiempo presente, es una disposición que debe surgir por medio de la madurez emocional y nunca como producto de la soledad o peor aún, de una sequía en la temporada de citas.