Siempre escuchamos que tal o cual medicamento, jarabe, cápsulas, gotas, tabletas, suero, ungüento, inyección, etcétera, es bueno para sanar diferentes dolencias. Si alguien se quejara de un fuerte dolor en cualquier parte del cuerpo, más de uno le ofrecerá o recomendará una pastilla o algún remedio casero, en especial un té, que según el ofertante, habría sido infalible para aliviarlo a él o a algunos de sus seres queridos. Pero, ¿qué hacer?, ¿qué tomar, recomendar o comprar, cuando lo que nos duele es el alma?
El hombre, tan sabio, tan evolucionado, tan innovador, atrevido y arriesgado, aún no se ha inventado la píldora que alivie el dolor del alma. No ha sido capaz de crear un medicamento para las penas, la tristeza y la decepción. No ha descifrado las sustancias que podrían contrarrestar esta dolencia, más común que el mismísimo resfriado, no ha logrado agrupar esos elementos y crear un producto farmacéutico, que sin dudas, rompería todos los récords de venta a nivel mundial.
Imagino la fama y fortuna que se agenciará el científico que lo consiga y también imagino las interminables filas en las farmacias en busca de ese milagroso medicamento, con el cual dejarán de sufrir el dolor más intenso, profundo y desesperante que se pueda padecer.
Ojalá lo inventen pronto, antes de que las constantes heridas y golpes en el alma terminen por aniquilarla para siempre y ojalá, que cuando se encuentre la cura para sus males no sea demasiado tarde.
A pesar de que a muchas personas los sufrimientos y los momentos difíciles, a la larga los ayudan a fortalecerse, no es menos cierto, que también los endurecen, los cambian y muchas veces los hacen duros y amargados. A otros, las adversidades les causan efectos diferentes, los vuelven débiles, temerosos y desconfiados.
Son muchas las personas que por una decepción, jamás han vuelto a confiar, han perdido la fe y la idea de volver a intentar, les aterra, al punto de huir de sus propios sentimientos y se niegan la oportunidad de volver a empezar. Por eso, mientras inventan la medicina para curar el dolor del alma, lo mejor es olvidar lo negativo, ignorar las provocaciones, entender que muchos de nuestros sufrimientos y miedos son creados por nosotros mismos y aprender a vencer los obstáculos con sabiduría y madurez.l