El aumento de producción de petróleo en Estados Unidos, cercano al 30%, ha despertado en muchos la esperanza de que los precios del crudo en un futuro cercano pudieran disminuir drásticamente, ya que los productores norteamericanos se han incentivado con los precios altos del petróleo lo que lleva a algunos analistas a creer que podríamos volver a tener precios cercanos a los de los años ochenta.
Desgraciadamente, esto no es más que una visión de corto plazo, porque si bien es cierto el aumento de producción de Estados Unidos, no es menos cierto que muchos otros países pertenecientes al cartel petrolero OPEP han disminuido su producción debido a la antigüedad de sus instalaciones o simplemente a los problemas políticos de muchos de sus miembros. Incluso, el ministro de Petróleo de Saudí Arabia declaró hace unos días que su nación no tenía planes de aumentar su producción petrolera. La demanda de los países asiáticos parece ser tan insaciable que estarían dispuestos a consumir cualquier barril de petróleo adicional que produzcan los tejanos.
Para los Estados Unidos, sin embargo, representará una menor dependencia de las importaciones de petróleo, permitirá reducir sus precios internos de diesel y gasolina, haciendo sus industrias más rentables y reduciendo su déficit en su balanza comercial.
Esto también representará una menor importación del petróleo de Nigeria, Saudí Arabia y Venezuela. Por otra parte podrían aumentar los problemas económicos que ya tiene Venezuela cuando su mayor comprador -Estados Unidos- pase de importador a exportador, siempre y cuando se obtengan los permisos necesarios para la exportación; pero aun sin obtenerlos, su producción interna les permitirá comprar mucho menos crudo del exterior, dejando los dólares en la economía norteamericana y contribuyendo a mejorar su situación económica.
Debemos recordar que a partir del año 2000, el crecimiento de la demanda de crudo ha estado impulsado por el crecimiento de China con un promedio de 6.7% anual y la India con un 4%. Como promedio, en los países de la región Asia-Pacífico la demanda ha crecido en 2.7%. Sin embargo, los países desarrollados han disminuido su consumo en un promedio anual del 0.04%.
La demanda de Estados Unidos y la zona euro ha declinado, los problemas de Europa han reducido la actividad económica, mientras Latinoamérica ha incrementado su demanda de crudo, y a pesar de los bajos precios del gas natural en Estados Unidos, y de los descubrimientos de yacimientos del shale gas, es improbable que los precios se reduzcan a cómo piensan algunos analistas.
Esto así, porque los miembros de OPEP dependen mucho de precios altos para mantener sus economías y la población contenta y hay una situación geopolítica que ya no está presente que fue cuando Arabia Saudita y Estados Unidos se pusieron de acuerdo para bajar los precios del petróleo para que Rusia, gran productor de crudo, no contara con fondos suficientes durante la guerra fría.
Imaginemos por un momento qué sucedería a Venezuela que confronta serios problemas económicos y que como parte de su plataforma política está el esquema de Petrocaribe si por un momento los precios bajaran a niveles de cincuenta dólares el barril.
Esto nos lleva ya aterrizando en nuestro país que debemos ser cautelosos con el consumo de combustibles, porque a pesar de que nuestros precios de diesel y gasolina casi doblan los precios del mercado norteamericano, aun no vemos una caída de consumo. Nuestras calles son cada vez más difíciles de transitar y nuestra matriz de generación aun depende demasiado del fuel oíl y diesel.
Todo esto nos lleva a una sola conclusión, una política energética más racional, una matriz de generación que se base mucho más en carbón y mejorar el transporte público no solo para facilitar el acceso al mismo, sino para reducir el consumo de combustibles caros que afectan el bolsillo del consumidor, evitando que puedan satisfacer la demanda de otros bienes mucho más necesarios y por supuesto reduciendo el crecimiento de la economía.
Una política inteligente de explotación petrolera se hace necesaria, teniendo los debidos cuidados de que los contratos, en caso de encontrar petróleo, beneficien al país y permitiendo que importantes jugadores internacionales puedan hacer los estudios necesarios, ya que debemos recordar que el proceso es altamente costoso y la tecnología juega un papel importante.
Pienso que serán muchos de los retos que tendrá que enfrentar el futuro Ministerio de Energía y Minas, porque este es un país rico en recursos, pero huérfano de políticas reales en cuanto al futuro de la explotación petrolera y el necesario desarrollo minero con el debido cuidado del medio ambiente, pero sin caer en proteccionismos ridículos que los conviertan en “sectores sandías, verdes por fuera y rojos por dentro”.