La vieja Europa, ha dejado de ser vetusta o ser continente. No sé muy bien. Por ahora nos quedaríamos con la relatividad de Gasset cuando exonera de la responsabilidad individual a las circunstancias exógenas.
Mientras las concentraciones anti-brexit frente al Parlamento de Londres se suceden, en España se ha optado por atemperar lo que en un momento fue el enarbolamiento de nuevos aires para el sistema democrático y el bipartidismo, con una proliferación de partidos alternativos de diferente color, para regresar de forma unívoca en una segundas elecciones al principio, el PP y el PSOE como las fuerzas más votadas. Eso sí, el Partido Popular ha quedado lejos de la mayoría absoluta de 176, algo que le hubiera permitido investir a Rajoy sin necesidad de apoyos.
El escenario en el que más de 36 millones de votantes estaban llamados a repetir las elecciones del pasado diciembre, que impidieron formar un gobierno, ha dejado varios interrogantes sobre la futura gobernabilidad del país. Sobre todo, si se impondrá un bloque de mayoría de izquierdas o si será de derechas. Ahora empieza de nuevo el juego de alianzas para lograr que de una vez por todas triunfe la democracia y se atienda al clamor de la ciudadanía, que exige un pacto para la formación de un nuevo gobierno capaz de afrontar los retos del país: principalmente el desempleo juvenil, el déficit y Cataluña.
El temor a que no haya entendimiento entre los líderes es un halo a sortear, un óbice que se palpa aunque no sea de forma tácita. Rajoy pregonaba a los cuatro vientos que van a tener que hablar con todo el mundo, con el único interés de servir a toda España.
Solo resta esperar a ver los acontecimientos. Puede que después de la tempestad venga la calma. Sea como fuere, si el encaje de bolillo no funciona, el bloque como marca país podría ser peligroso, teniendo en cuenta que desde hace siete meses ningún proyecto de ley puede salir adelante, no hay posibilidad de sacar nuevos presupuestos y la inversión pública está en la cuerda floja, con 2,000 millones este año. Todo ello aderezado con las amenazas financieras que se ciernen alrededor de Europa. Las reglas del juego son claras. Las dicta la Constitución, la Carta Magna de todos los españoles. El protagonismo mediático que va a acontecer es inminente.
Los cuatro líderes fundamentales inspirados en el poder simbólico que citaba John B. Thompson tendrán que negociar para favorecer a una investidura, una vez que se constituyan las nuevas Cámaras, algo que está previsto, de acuerdo con el decreto de convocatoria electoral, para el próximo 19 de julio. De no superarse este prolegómeno gravísimo, los expertos proponen que se modifique el artículo 99.5 de la Carta.
El pilar de la democracia constituyente sobre la que se cimenta el país. La articulación de los cimientos para un nuevo reglamento sobre el terreno de juego. ¡Que Dios nos coja confesados!