Espero que la más que lamentable tragedia del hospital Robert Reid sirva al menos como detonante para que todos prestemos atención al problema general del sistema de salud que tenemos, no solo en los hospitales públicos, sino también en las clínicas privadas.
No podemos seguir ignorándolo, debemos enfrentarlo y buscarle soluciones urgentes. No es esta precisamente la actitud de un respetado galeno, miembro de la Asociación Médica que realizó recientemente un tour mediático para defender lo indefendible. Sus argumentos lejos de convencer son parte de una antigua actitud del gremio de resguardarse en pretextos, sin buscar las soluciones urgentes que necesitamos. De no hacer los cambios nos encaminamos a tener un sistema de salud colapsado.
El sociólogo Emile Durkheim, define como anomia a situaciones en la que, como esta, en la que hay desviación de las normas, sin llegar a violar las leyes, y en la que prima la indiferencia de la sociedad, de gobernantes y gobernados, ante la situación de los servicios indispensables para el buen funcionamiento del país y el bienestar de todos.
A finales de la década de los noventa participé, como presidente del CONEP, en la reforma del sistema de seguridad social, a la cual el entonces Colegio Médico se opuso de forma virulenta. Mi postura entonces, y ahora, era establecer un sistema que sirviera a la mayoría, especialmente a los más necesitados; sin embargo, este organismo llegó al extremo de presentar una demanda en mi contra, acusándome de que buscaba los fondos de pensiones para lucro personal. Gracias a Dios, como en muchas otras situaciones, el tiempo me ha dado la razón: no soy ni dueño ni accionista de una Administradora de Fondos de Pensiones.
Desgraciadamente, como en muchas otras cosas en nuestro país, todo lo acordado entonces quedó por mitad. Los fondos de pensión no han contribuido al desarrollo. No se han usado para la construcción de viviendas de bajo costo, ofrecidas con financiamientos a largo plazo; los Centros de atención primaria se quedaron en papel. Para desgracia de todos los sectores, los recursos que empresarios y colaboradores aportamos diariamente, solo han servido para ser depositados en el Banco Central. Solo espero que esta acumulación de recursos en un momento de necesidad de recursos para la economía, como ocurrió en Argentina, sean utilizados para otros fines y todos perdamos lo ahorrado para vivir al momento de retirarnos.
Hemos tenido y tenemos hoy, tanto en el sector público como en el privado, médicos excepcionales, de esos que viven solo para el bienestar de sus pacientes hasta el punto de olvidarse de su propia salud. Pero tenemos un personal auxiliar mal entrenado y mal pagado.
Los médicos de los hospitales públicos reciben muy bajos salarios y trabajan en medio de precariedades. Reclaman, mediante huelgas, los salarios que realmente merecen, pero se han mantenido indiferentes a las malas condiciones de los hospitales y a la falta de materiales y de equipos. Con el agravante de que dichas huelgas van en detrimento de los más pobres. Es un tipo de indiferencia digna de ser analizada por sociólogos.
En las clínicas privadas el que no llega con dinero no es atendido, ni siquiera en caso de emergencias. La semana pasada uno de nuestros empleados de camino al trabajo fue atropellado por un irresponsable motorista que lo dejo inconsciente en medio de la calle. Un buen samaritano se encargó de llevarlo a un hospital de Haina en el que no había condiciones para proporcionarle los cuidados que necesitaba. Como todavía Haina no goza del sistema 911, nos vimos precisados de llamar a un servicio de ambulancias, que con toda calma preguntó qué tipo de ambulancia se requería, parecía como si fuera un restaurant que ofrece un menú de opciones, mientras nuestro colaborador se encontraba inconsciente. Como ignorábamos que equipos necesitábamos en la ambulancia terminamos pidiendo una con todos los equipos, por lo cual se nos advirtió que aunque no usáramos todos los equipos, había que pagarlos todos.
Los seguros de accidentes de trabajo son inoperantes, el sistema es pague ahora y cobre el seguro después, por lo que si no hay dinero el paciente corre el riesgo de morir. Como en el caso de nuestro empleado, para ser atendido en una clínica hubo que hacer un depósito exorbitante que, como bien sabemos, no todos pueden pagar.
Todos hemos conocido situaciones como esta y aún peores. Ha llegado el momento de una reforma integral del sistema de salud, que incluya mayor responsabilidad en el manejo de hospitales y clínicas, de servicios y medicinas al alcance de todos. Como bien dijo la ministra Altagracia Guzmán, ahora mismo el sistema de salud actual ni es sistema ni es salud. Y concuerdo con ella, el problema no es de ella, es el de todos.
No puede ser que sigan muriendo niños, mujeres y hombres y que solo nos preocupemos por esto cuando salen noticias sobre esto en los periódicos o son comentados en los medios sociales, y esto solo hasta que nos impacte otra noticia sobre algún otro tema. No es el momento de seguir presentando problemas y excusas, es el momento de pensar y llevar a cabo soluciones y acciones.