Se ha puesto de moda el concepto Procomún. Los indignados, ‘ocuppies’, progres, y demás yerbas abusan de los discurso políticamente correctos para ganar adeptos. No les importa el daño posterior que puedan hacer a la libertad, al individuo o a la creación intelectual. Ahora piden que la producción intelectual, las obras de los artistas e intelectuales, no tenga propiedad individual. Que tal propiedad debe ser comunitaria, de toda la humanidad. Eso suena muy bonito; pero no.
Eso sería desincentivar la producción intelectual, condenar al creador a la miseria y a la subordinación hacia quien le de un pedacito de pan.
¿Qué es el procomún? una propuesta de Elinor Ostrom -Nobel de Economía 2009-, popularizada a partir de la revolución Internet, y se refiere a todas aquellas cosas que no tienen un dueño, que usufructuamos entre todos, por ejemplo: el agua, el aire, el himno nacional, la receta del moro de guandules, o el Arte.
Ya existen las figuras jurídicas del “Bien y dominio público”, que no tienen nada que ver con el Procomún, pues el Bien público está tipificado legalmente, y, además, ese bien tiene dueño, y lo es el público de un conglomerado político llamado municipio o Estado.
Con el Procomún se reactiva el eterno discurso sobre la propiedad pública versus la privada, del espacio en el que se crea, de la validez de la propiedad intelectual y la necesidad de generar una base de dominio público distribuido con equidad.
El tsunami creado por USA, en los años 90, para proteger el derecho de autor, pues sabían de la importancia económica de los derechos para la industria digital, trajo como resultado la camisa de fuerza impuesta al creador novel, al creador que necesita que su obra sea conocida; pero que los medios no dan a conocer por temor a sufrir demandas por derechos de autor. Esto hizo que muchos declararan públicamente que sus obras podían ser reproducidas por cualquier medio de comunicación, con la única obligación de citar el autor. Era una forma de liberar a los medios de esa camisa de fuerza llamada Ley de derechos de autor.
Si ahora le hiciéramos caso al Procomún, que es la otra cara de Jano, el creador debe devolver su obra a los demás, es lo que denominan “retorno social”. Como si el creador la hubiese recibido gratis y no hubiese tenido que trabajarla toda su vida. Porque eso es la obra creativa, un trabajo de toda una vida. Los procomunes piden que los autores no reciban un chele por la reproducción de sus creaciones en cualquier forma. Los autores estarían creando por amor al arte, y estarían muriendo por inanición.