Principios para una nueva política agrícola

Si la agricultura dominicana está rezagada y no da signos de transformación y modernización, es porque las pequeñas unidades…

Si la agricultura dominicana está rezagada y no da signos de transformación y modernización, es porque las pequeñas unidades productivas agrícolas están entrampadas en un círculo vicioso de pobreza y subordinación comercial que les impide acumular, invertir, aprender y ser más productivas.

El rezago de esa agricultura equivale al de toda ella porque la pequeña producción agrícola es ampliamente dominante. Explica el grueso de la producción agrícola y de alimentos, y la mayor parte de la superficie cultivada y del empleo en el sector. En el país, la gran agricultura empresarial es inusual. Siendo así, nos libramos de tener los problemas del latifundio, pero no de los inherentes a la pequeña producción agrícola.

Hay al menos cinco de ellos que son destacables. Primero, tienen poca tierra haciendo que su escala de producción sea muy limitada. La consecuencia es que los rendimientos son bajos y la producción limitada. La escasez de tierra no es una condena pues algunos cultivos de alto valor pueden prosperar en pequeños predios pero éstos requieren de un capital que generalmente no se tiene. La asociatividad es otra forma de vencer la pequeñez pero para ello hay que saber gestionar y desarrollar una cultura asociativa.

Segundo, el acceso al crédito y al aseguramiento es muy limitado. En años recientes, el crédito del Bagrícola ha alcanzado para menos del 20% de la superficie cultivada (si se cuenta el café, es todavía menos), éste tiende a concentrarse en arroz, y el privado está simplemente cerrado. Con frecuencia se dice que el problema es que la falta de título de propiedad supone falta de garantía, pero el problema de fondo es que el negocio de la pequeña agricultura es de poco valor y de baja rentabilidad. Si fuese un negocio próspero, el crédito aparecería.

Tercero, una parte importante de la pequeña producción no tiene acceso a sistemas de riego. El resultado es que los cultivos son mucho menos productivos y los ingresos más precarios.

Cuarto, tienen accesos muy limitados a procesos de aprendizaje tecnológico. Frecuentemente sus métodos productivos no han cambiado en décadas o los cambios han venido atados a paquetes tecnológicos que limitan sus opciones y que degradan el capital natural.

Quinto, por la falta de organización y la pobre infraestructura de almacenamiento, participan de manera muy desventajosa en las cadenas de comercio. En ellas no tienen poder, lo que se traduce en bajos precios, y domina la incertidumbre. De hecho, frecuentemente los compradores son a la vez proveedores de créditos (la única fuente financiera a la que tienen acceso) o de insumos, quedando los pequeños productores doblemente atrapados.

Estos cinco factores se combinan y retroalimentan para subordinar a la pequeña producción agrícola y comprometer sus posibilidades de desarrollo. Con poca tierra y sin crédito no pueden modernizarse y expandir la producción o lograr productos de más calidad, y ello contribuye a mantener deprimidos los ingresos.

Y los bajos e inestables precios hacen que sus ingresos sean insuficientes e inciertos, bloqueando la posibilidad de transformar la producción.

De allí que sea necesario que la política pública intervenga simultáneamente en todos estos frentes. Intervenir sólo en uno o poner énfasis en algunos, como el crédito, descuidando los otros, hace del éxito una meta difícil.

Además, cada uno de estos problemas afecta en una intensidad muy diversa a la pequeña producción, lo que depende del territorio y de los cultivos. Por ejemplo, el arroz no tiene muchos problemas de agua pero la yuca sí. En el Este o el Cibao la restricción de tierra no es tan severa como en el Sur, para los caficultores o para quienes producen en invernaderos.

Finalmente, no hay política hacia la pequeña producción que funcione sin contar con la participación de sus organizaciones. Estas son el vínculo imprescindible entre el Estado y los productores, y son las que pueden fortalecer la posición de éstos en las cadenas de comercialización y hacer que los pequeños tengan más poder.

En síntesis, integralidad, territorialidad, especificidad productiva y participación deben ser cuatro principios básicos de una nueva política agrícola para el desarrollo rural.

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