El Presupuesto que ha presentado el gobierno de Danilo Medina es la expresión de una cadena de desaciertos que vienen desde muchos gobiernos atrás; la utilización de los recursos del Estado a discreción del presidente de turno. Ese uso medalaganario se “corrige” con el Presupuesto del año siguiente, y así, en una espiral ascendente que tendrá que llegar a un colapso que pagarán los de siempre.
Este año la novedad es el cobro de impuesto en Aduana a los insumos que se usarán en la producción industrial futura, o sea, cobrar a la industria antes de que se haga industria. Pensábamos que el pago del famoso avance de impuestos a casi toda actividad era una locura, presentada como “provisional” en su momento, tan provisional como la colocación del puente-barcaza sobre el río Ozama. También se pensó que la ley proindustria del 2007 era que se entendía que el país necesitaba industrias que produzcan cosas, empleos, dólares y mentalidad de hacer algo. Pues nada, estos presupuestos nos dejan boquiabiertos ante tanto absurdo y avidez de políticos y técnicos especializados en buscar el dinero que no producen, y que usarán sólo para sus intereses particulares.
El ogro tributario nos está sacando las tripas y amenaza con devorarnos por entero. Cada vez que no les salen las cuentas en su derroche populista se lanzan a modificaciones impositivas. No hay actividad en la que los actuales recaudadores de impuestos no estén buscando la forma de cómo sacarnos más dinero, y encima tratarnos como delincuentes.
Contribuir al sostenimiento de los gastos públicos es una obligación tan evidente que lo que genera discusión no es su legalidad, sino las condiciones en las que se debe pagar. Los impuestos son inversiones del ciudadano para que su nación prospere y con ella, ellos mismos. Sin embargo, el principio de ordenación del gasto de conformidad con los recursos públicos y la reserva de ley, así como la equidad en materia tributaria, no está tan definido. El espejo más cercano que tenemos para ver hasta donde llevará la angurria de algunos es Haití. Hay malestar y desconfianza en el país.
Nuestro sistema tributario es complicado, arbitrario, medalaganario y contraproducente en muchos casos. Si estamos en modernización y creación de nuevos instrumentos jurídicos, meterle mano al uso partidario personalizado del presupuesto nacional es obligatorio. ¿Pero quiénes lo harían? ¿Los actuales Congresistas? No, ellos son parte del problema. Un modo anormal de gobernar, impuesto por las circunstancias, se ha adueñado del Poder de forma tal que aparenta querer eternizarse. Su forma de afincarse para resolver esa anormalidad, que ellos tratan de hacer perenne, es mediante el Presupuesto Nacional con sus recaudadores de impuestos.